martes, 3 de julio de 2018

CRÓNICA DE UNAS VACACIONES ANTICIPADAS



















La eliminación de España en el Mundial de Rusia no ha sido una sorpresa para nadie. Empezamos mal, con un desafortunado cambio de entrenador a última hora. Nunca enderezamos el rumbo y hemos acabado jugando un fútbol sin garra, zombi, de patio de colegio.

Lo peor, sin embargo, no es la derrota. Lo peor es el espíritu derrotista que ha regresado a un país que —no hace mucho— ganó una Eurocopa, un Mundial y una Eurocopa. Poco antes del partido ante Rusia, circulaban vídeos en los que se hacía leña del árbol caído con el portero De Gea. Yo mismo me reí con alguno de ellos, pero decidí no compartirlos. Creí que la Selección merecía un poco de fe. La que luego le faltó en el terreno de juego. A lo mejor fui el único que creyó en la victoria. Puede que echaran de menos el aliento de sus paisanos, ese que les sobra a los denostados nacionalistas. Deberíamos aprender de su amor por el terruño, aunque sin pasarnos.

Volver a viejos complejos de inferioridad no es la solución. Qué envidia me dio la grada rusa animando a su equipo en cada uno de los córners que lanzaba, haciendo la ola, soñando.

Éramos mejores que los rusos, pero nunca lo creímos. Ahora se pide regeneración, nuevo míster, la cabeza del portero. Yo pido respeto por los jugadores antes, durante y después de realizar su labor. No los rebajemos de dioses a simples mortales con tanta facilidad. Solo son humanos que, de vez en cuando, tocan el cielo. Feliz verano. Hasta la vista, amig@s.