Odio especialmente el conocido programa de televisión Saber Vivir, porque nos da las pautas para llevar un vida sana, pero no se ocupa en absoluto de lo que nos hace felices.
Nos satisface comernos una hamburguesa, porque es dañino para nuestra salud. Nos colma preocuparnos por los demás, porque lo normal es que todo el mundo vaya a su rollo. Nos sacia, en definitiva, saltarnos las normas y dejarnos llevar por la imaginación.
Sea en la vida real o a través de la escritura, Daniel de Vicente nos emplaza en Escribir para Vivir (Atlantis, 2011) a suplir las carencias de la realidad con grandes dosis de imaginación. En este sentido, sus relatos están más vivos que la propia vida, que parece un pálido reflejo a su lado.
Cuando me enfrento a un autor consagrado, suele ocurrir que me gusta lo que cuenta, pero no cómo lo cuenta. Parece que se ha tragado un diccionario. Sin marear la perdiz con juegos de palabras rocambolescos, Daniel de Vicente nos atrapa con sus relatos cargados de vida, donde se alían sencillez y naturalidad para llegar directamente al corazón.
He devorado literalmente cada una de las quince historias, deseando acabar una para empezar a leer la siguiente. Escritas por el autor en torno a los dieciséis o diecisiete años, no son las pajas mentales de un adolescente purulento, sino más bien los cimientos que conforman su personalidad. En ellas está presente el alma de un incorregible fisgón, de un periodista nato, pero también el humor y la ternura. Ejemplo de ello es el relato «Morir para nacer», una hoja de ruta para navegar sin fatalismos por la existencia: «… los genios son aquellos que saben adaptarse a la vida que les ha tocado vivir y son felices con lo que son y lo que tienen».
No todos los jóvenes se debaten entre el botellón y los porros. Algunos escriben, y lo hacen desde la convicción de que la vida, cuando se escribe, se vive dos veces.
Una visión muy interesante. Te felicito.
ResponderEliminar¿Ahora que he cambiado la pared de la cocina me vienes con esas? No, en serio. Gracias por leer esta pobre reseña.
ResponderEliminarTengo una amiga escritora que dice que no le gustan los libros de relatos porque le empacha leer tantas historias seguidas del mismo autor, ya que al fin y al cabo todas tienen el mismo estilo. Es por ello bastante llamativo que estuvieras deseando acabar una historia para comenzar otra. Esto dice mucho del libro y de su autor. Tomo nota.
ResponderEliminarPor cierto, ¿alguna vez has hecho una lista de las cosas que odias?, jajaja. Te sorprendería.
Un abrazo.
Habrá que seguirle los pasos a Daniel.
ResponderEliminarA porpósito, muy buena la introducción, jajajaja...
Un saludo, José.
P.D.: Te recomiendo, si no lo has leído ya, una recopilación de relatos de Antón Daro titulada Los Chinos Ya no Abren sus Tiendas en Domingo: "He leído algunas de sus historias, de hecho termino hace dos cañas la última de ellas Un Laguna Coupé Incustrado en el Retrovisor Derecho del Scooter, apasionantes letras cargadas de insondable pánico, sólo resuelto en el taller mecánico con la amputación del susodicho retrovisor. El mito del espejo, fantasía repetida en todas las culturas como ser del trasluz o, en este caso, la persecución eterna de un renault de gama media a base de frenazos, relampagueo de luces y acoso siniestro. Menciono, por igual Tú lo Quisiste, Pequeña Guarra, trágica narración de Lulú, una cría de cerda vietnamita, que casualmente acaba en el jardín de la familia Briz y por ende, al cabo de dos meses, en su barbacoa de los jueves. Ya lo saben, visiten y busquen a Antón Daro, pura gozada cuentista". (Antonio Roda)
Hola Maribel,
ResponderEliminarYo creo que el cuento es un género muy difícil, porque, a diferencia de la novela, no pueden haber altibajos, no te puedes andar por las ramas y todo tiene que encajar perfectamente como un reloj suizo.
En cuanto a lo de hacer una lista, odio las listas.
Un abrazo.
Hola primo,
ResponderEliminarCon todos mis respetos por Saber vivir, necesitaba soltarlo, tío.
Tomo nota del libro de relatos que recomiendas; viniendo de ti seguro que es una pasada.
Un abrazo.
JAJAJAJAJA... Eres único, Jose.
ResponderEliminarSi es que ando rebotado este mes. Primero fue el cabreo de mi hija por la pasta de dientes, luego el premio desierto y ahora la emprendo con Saber Vivir.
ResponderEliminarMe tiro a la hoguera.
Abrazos.
¿Qué te tiras a quién? Hoguera, que nombre más extraño...Quizás haya leído mal, jajaja
ResponderEliminarMe gusta la reseña y sobre todo me gusta el final : “No todos los jóvenes se debaten entre el botellón y los porros. Algunos escriben, y lo hacen desde la convicción de que la vida, cuando se escribe, se vive dos veces.” Primero por la defensa que haces de la juventud y segundo porque me gusta, y mucho, lo de que cuando se escribe se vive dos veces...Es verdad.
Besos y un fueeeeeeeerte abrazo.
Jose Antonio, espero que no entres en la espiral del hombre cascarrabias ja,ja,ja. Me gusta el enfoque de tus crónicas. Son mas mordaces que las mías.
ResponderEliminarRespecto a la juventud creo que hay que desdramatizar lo que a veces se oye. Pocos son los que están de continuo con el botellón y los porros. Lo que pasa es que cuando se ve en masa impresiona. También es verdad que con el futuro que se les está viniendo encima habrá más de un@ que fume o beba por no tirarse a la hoguera como bien dices tú. Nada, que para hogueras las de San Juan que ya están a la vuelta de la esquina.
Cuando se escribe con sensibilidad y sentimiento y al de tiempo se vuelve sobre lo escrito se puede vivir muchas veces...
Un abrazo.
Me fastidia mucho, Mari Carmen, que se dé una imagen de los jóvenes que dista mucho de ser real. Porque yo sigo haciendo botellones y no soy tan joven.
ResponderEliminarLo que más me ha gustado de Daniel de Vicente es el partido que sabe sacarle a la vida. No se trata de tener experiencias alucinantes, sino de que parezcan alucinantes cuando las cuentas. Eso es un don.
Un abrazo.
Soy muy visceral, Alicia, tanto para la alegría como para la tristeza. Supongo y espero que con la edad me vaya equilibrando un poco.
ResponderEliminarLa escritura y el humor me sirven para relativizarlo todo.
Un abrazo.
" No se trata de tener experiencias alucinantes, sino de que parezcan alucinantes cuando las cuentas. Eso es un don."
ResponderEliminarSí, Jose, realmente es un don: el del optimismo y la percepción de lo importante en la vida...si se cuentan como alucinantes es que realmente lo son.
Por cierto, me encantaría ir de botellón contigo. Un abrazo.
Quién sabe, Mari Carmen, la vida y la bebida dan muchas vueltas. Mientras esperamos, te dedico la siguiente entrada.
ResponderEliminarUn abrazo.