jueves, 30 de octubre de 2014

HALLOBLOGWEEN 2014























ESTRELLA

Fue en la película «Quesitos El Mono que se Masturba» donde la estrella de cine logró su máxima notoriedad. Ahora, mientras contempla en el espejo el vendaje que cubre su tórax, retrocede hasta su primera operación de pecho. En ella se sentía como el monstruo interpretado por Boris Karloff. Hoy está acostumbrada a pasar por el taller. Gajes del oficio. Últimamente, ha cumplido los treinta y no le llueven contratos como antes. Además, desde que la dejó su novio, se ha encaprichado de unos senos puntiagudos como sombreros de bruja. Le ha costado convencer al cirujano, que insiste en los peligros para su salud. Al cabo de un mes, sus conos de señalización son portada de revista.


Incluido en la antología El placer manda bajo el pseudónimo de Lobo López.

viernes, 24 de octubre de 2014

CUARENTA ABRILES
























Cuando cumplí los treinta, decidí bañarme en el agua heladora de Santa Pola a primeros de noviembre. Me acompañó en esa locura mi suegro, pues no conozco a nadie de mi edad con tantos cojones.

Una década después, había que cometer otro disparate del mismo calibre, y no se me ocurría nada. En septiembre, a falta de algo más de un mes para mi cumpleaños, leí un cuentecillo de un tal Lobo López. Tengo un pánico atroz a la noria, de modo que me identifiqué con el personaje. Resolví que aquel sería un buen reto.

En la vorágine de la feria, subí a la atracción después de mi mujer y tres niñas de entre ocho y doce años. La cortesía ante todo. Un tío cachas con fuerte acento italiano selló la jaula. En el interior de la misma, hubo las presentaciones de rigor.

La noria comenzó a rodar, al principio despacio, luego cada vez más deprisa. Empecé a sentir un vértigo espantoso en los descensos, y la única forma de soportarlo era gritar. Grité como una mujer dando a luz, como un poseído al ser rociado con agua bendita. Eso provocó el descojone de las chicas. No me importaba.

Pasada la primera impresión, me limité a cerrar los ojos. El juego de una de las niñas, en plan cabroncete, era soltar mis dedos de la barra que apretaban con todas sus fuerzas. Otra callaba como un muerto. La tercera me preguntó la edad. Ahora la noria giraba lentamente en sentido inverso, y se la dijeeeeeeee. Más risitas.

Antes de bajar, quedamos suspendidos durante unos segundos en las alturas. Allí, rozando con la punta de la nariz la luna llena, contemplando las hormigas que somos en realidad, tuve una revelación: cumplir cuarenta años no es mucho peor que tener veinte.

Al llegar al suelo, lo besé. Luego fui a celebrarlo con mi mujer, con la que he pasado los últimos veinte años.


Publicado en la revista Alicante Opinión.



martes, 14 de octubre de 2014

LIBÉLULAS
























A priori no parece que libélulas y lobos tengan mucho en común, salvo que comienzan por la letra ele. Quizá ese aislamiento que mi amiga Alicia dice que los escritores necesitan para concebir sus obras, y que nos convierte en criaturas escindidas. Estamos en el mundo y no estamos.

Puede que la realidad sea otra distinta a la que nos quieren vender. En ese caso, habrá que atravesar el espejo para comprenderla. Eso lo clava Laura Frost en Microhistorias para libélulas (Lastura, 2013). Y no es exagerado el término, porque cada cuentito es un tajo de vida.

Humor, ternura, insumisión, erotismo, melancolía, rabia. Cada una de estas libélulas, y muchas más, flotan un instante ante nuestros ojos. Luego desaparecen dejando una estela mágica a su alrededor.

Laura Frost divide su número en cinco actos, como si tendiera la mano hacia un público invisible. Emulan capítulos de Alicia en el país de las maravillas (Lewis Carroll, 1865).

El microrrelato que abre el libro —mal asunto para una escritora— se queda sin palabras: «Dicen que perder a un hijo es una experiencia inenarrable…». Pero Laura es una mujer de recursos. Conviven en su obra el preciosismo en el lenguaje y la obsesión por la palabra justa. En el lado opuesto, la poesía al servicio de la narración y abundancia de tacos. No contenta con ello, tiñe su paleta de fantasías eróticas, cuestionando incluso la divina concepción de Jesús. Mostrando más caras que un cubo, cuenta chistes sin despeinarse. No podrás dejar de aferrarte a esa gracia sevillana.

Estar en las nubes no significa ser ajeno a los problemas de nuestra sociedad, sólo digerir de forma más lenta. Critica el sueño americano del español: «Contemplamos el transcurrir de nuestra vida esperando que algo mágico nos ocurra». Aborda realidades incómodas como solo la buena literatura sabe hacerlo: desde la sensibilidad.

Laura Frost lamenta haber perdido la niñez en Microhistorias para libélulas, pero, a cambio, nos ha legado un montón de «pequeños regalos envueltos en celofán transparente». Tal vez la inocencia resida en la mirada.

lunes, 6 de octubre de 2014

PIEDRA















Eres tan romántico como una piedra, dijo. Desde entonces, estoy tratando de cambiar. Le compro flores, la llevo al cine, la cojo de la mano en la calle. Ella no acaba de creerlo, y me enfrenta a la prueba definitiva: una tarde en el campo. Se viste para la ocasión. La noto radiante en la espera. Aunque su equipo pierde por goleada, reconoce que la he ganado.


Seleccionado en el IV Concurso de microrrelatos ACEN. Incluido en el libro Bocados sabrosos 4.