miércoles, 11 de marzo de 2015

EL SEÑOR (7)
















Oigo pasos en el piso. Estoy lavándome el pelo en el baño y me asomo al pasillo a ver quién es. Aparentemente no hay nadie en el recibidor. Juraría que alguien intenta pasar desapercibido como un yonqui en una convención de metadona. El sonido de unos botines se aleja dejando gotas de sangre en el parqué.
            
Me coloco una toalla a modo de turbante. Al entrar en la cocina, dos detalles captan mi atención: una fregona apoyada en la pared y mi amiga Nuria con una fea herida en la mano. Su cara refleja miedo.
            
—¿Se puede saber qué carajo te ha ocurrido? —pregunto elevando la voz sin querer.
            
—Solo es un rasguño, Tina.
            
Después de realizar un vendaje más bien cutre, preparo una infusión de frutas del bosque para cada una.
            
—Atravesé el escaparate —relata Nuria— sintiéndome como un fantasma en un castillo encantado. La diferencia residía en que el Corte Inglés se encontraba abarrotado a esas horas. La gente contempló atónita libros cuyas páginas pasaban solas, colchones que se curvaban hacia abajo sin explicación, patatas fritas que eran masticadas ruidosamente por mandíbulas imposibles. Corrió la voz de un poltergeist haciendo de las suyas. Cundió el pánico.
            
—No me extraña —interrumpo el relato.
            
Recojo las tazas y regreso con un par de vasos de whisky.
            
—Un vigilante con sangre fría —prosigue Nuria— trató de detenerme mientras robaba un anillo. No hice caso y sacó su pistola. Abrió fuego.
            
En ese momento llaman al timbre y las dos damos un respingo.
            
—¿Quién? —pregunto por el telefonillo.
            
—Tu marido.

8 comentarios:

  1. Respuestas
    1. Si tiene a bien Anónimo en decir la razón, me encantaría saberla.

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  2. La verdad es que a mí también me gustaría atravesar el escaparate de El Corte Inglés, aunque sólo fuera para hojear los libros.
    Presiento que ese marido que aparece al final nos va a ofrecer una jugosa octava parte. Por cierto, la imagen que acompaña a esta entrega es realmente inquietante.

    Un abrazo.

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    1. Ese marido busca respuestas, como es lógico después de varios capítulos. Quién sabe si las encontrará. La imagen me pareció oportuna porque, al fin y al cabo, las protagonistas son mujeres invisibles.

      Un abrazo.

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  3. Está claro que la invisibilidad le ha dado alas para saltarse las normas, en cambio, no la ha hecho invulnerable a las agresiones. Un buen paradigma de la vida: nos zampamos una cucharada de cacao cuando nadie nos ve, pero como nos pillen, acabamos tosiendo cacao en polvo hasta por la nariz.

    Un abrazo.

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    1. Muy interesante lo que apuntas. Unos personajes invisibles que son vulnerables siempre dan más juego. Nos identificamos más con ellos.

      Un abrazo.

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  4. Si uno de los objetivos de escribir es imprimir en el lector el deseo de saber que es lo que acontecerá en el próximo capítulo, lo has conseguido. A ver que nuevas aventuras vienen unidas a la llegada del marido.

    Un abrazo.

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    1. Me alegra haber logrado que te pique la curiosidad. Ganas me dan de leer el siguiente capítulo y soy quien tiene que escribirlo.

      Un abrazo.

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