miércoles, 6 de septiembre de 2017

RODILLAS PELADAS


















Nieves llevaba las rodillas peladas cuando tenía siete años. Ahora tiene cuarenta y dos, una hipoteca, una hija que mantener y no está el horno para bollos.

El otro día me la encuentro en la peluquería, qué ilusión después de tanto tiempo. Pregunto por su hija, claro. Responde que en yudo. Va tres veces por semana desde hace un año. Me cuenta que asiste también a clases de zumba, informática, inglés y cocina.

Espera, digo. Me subo un poco la falda y le muestro las cicatrices de mis rodillas. Nos reímos como salvajes de una tribu perdida en la selva, pero se despide educadamente cuando le suena el móvil, no sin antes prometer cien veces que me llamará.

Yo también tengo una hija, casi lo olvido. Al recogerla del colegio, me dice la maestra que lleva las rodillas peladas de tanto jugar. Pienso en mi vieja amiga, en los artículos que escribe en el diario El Mundo. El último de ellos se titula «Estrés infantil».

6 comentarios:

  1. Muy bueno José! Yo también tenía las rodillas peladas o llenas de costras...Ahora los niños apenas pueden jugar entre tanta actividad extraescolar y mucho menos en la calle como hacíamos nosotros.
    En cualquier caso la amiga de tu protagonista parece muy poco coherente con lo que escribe.
    Un beso

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    1. A estas alturas, no podemos dar la espalda a las nuevas tecnologías. Sería de tontos. Lo que sí podemos hacer es salir a la naturaleza todo lo posible con nuestros hijos, aunque eso suponga un buen raspón de vez en cuando.

      Un abrazo.

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  2. Contagiamos a los niños y niñas de la frenética competición de la sociedad. Yo siempre tenía costras en las rodillas, y jamás me importó.
    Un buen final. Charo tiene razón.

    Un abrazo.

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    1. Esas heridas de guerra de la infancia nos preparan para hacer frente a la vida adulta. Seguro que tú te arrancabas las costras.

      Un abrazo.

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  3. La felicidad de tener las rodillas peladas, llenas de señales de guerra contra las piedras, el barro, la tierra. Así las tienen mis hijas, ya mayores, incluso yo que lo soy más. Has dado en el clavo. Con toda la razón

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    1. La felicidad, tú lo has dicho, de tener las rodillas peladas. Porque la infancia es una etapa de despreocupación, libertad y magia. Cuidémosla como a una especie en peligro de extinción.

      Un abrazo.

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