El sueño
de todo escritor no es que lo traduzcan al ruso, ni llenar la Casa del Libro,
ni codearse con Mario Vargas Llosa. El sueño de todo escritor es que le
escuchen. Cuando Paco Umbral dijo su célebre frase «yo he venido aquí a hablar
de mi libro», en realidad buscaba oyentes. Ni fama ni carajos.
Ayer, en
la ONCE, me sentí escuchado. Un lujo que se agradece, que anima a seguir
escribiendo. Solo hubo un par de hilarantes interrupciones de una señora que
contestó al móvil en directo. También estuve estrechamente vigilado por un
perrazo negro que descansaba al lado de su dueño. Muy apropiado para mis Trece rosas negras.
El conductor de la charla, Antonio Díaz Palao, tenía preparado un cuestionario de preguntas pertinentes. Y, por qué no, alguna impertinente. Lo políticamente correcto aburre. Recuerdo una a bocajarro sobre el libro que más me había sacudido. No lo pensé mucho: Ensayo sobre la ceguera de José Saramago.
No
faltaron preguntas del público como la clásica «¿y la novela pa’ cuando?».
Falta tradición cuentista en España, aunque yo sigo empeñado en vivir del
cuento. Al menos, hasta que el reloj me recuerda que tengo que ir a trabajar en
otra de mis pasiones: la enseñanza.
Para terminar
la reunión, me pidieron que leyera dos relatos. Escogí en primer lugar «Carantoñas»,
dedicado a Charo Cortés y que trata sobre el paso del tiempo. Le siguió «Falta
de riego», inspirado en las interminables conversaciones que mantengo con José
Luis Ruiz Dangla.
El otro
día soñé que presentaba Trece rosas negras en alguna parte y, al poco de comenzar, advertía con horror que
llevaba un pantalón de chándal. Nadie, ni siquiera la gente de la editorial,
parecía haberse dado cuenta. Como siempre, desperté sin averiguar el desenlace
de la historia. Espero que no me ocurra nada parecido en la charla que tendrá
lugar en la ONCE de Alicante. Menos mal que somos viejos amigos. Ya estuve
leyendo cuentos de El Mirador
(Atlantis, 2009) y de Vareando nubes
(Atlantis, 2012). Ojalá los relatos del nuevo libro también gusten. Presenta
Antonio Díaz Palao, vecino del barrio de Carolinas y lector voraz. Entrada
libre.
He estado unos días de vacaciones en Valencia, pero Trece rosas negras no me ha dado tregua. Me han llegado, en forma de reseña, las opiniones de dos escritoras.
La primera de ellas es Maribel Romero Soler. Novelista con varios premios en su haber, casi una hermana para mí, ha llegado a darme un tirón de orejas cuando me dejo arrastrar por mi temperamento visceral. Escribe: «Lo que he notado en este nuevo libro del escritor alicantino, a diferencia de los anteriores, es que se recrea en un mundo más onírico, entre el sueño y la pesadilla, en la irrealidad; aunque de los textos que podrían considerarse más abstractos, también se extrae, como del resto, una lectura aleccionadora».
La segunda y no menos importante es Esther Planelles. Escritora imposible de encasillar y lectora exigente como pocas, la he visto mandar al cuerno a escritores de renombre. Nuestra complicidad dio como fruto el libro de microrrelatos Pelusillas en el ombligo. Escribe sobre mis rosas: «… no se ha conformado con coquetear con lo insólito; mediante una trama de giros inesperados y una prosa de vértigo, José Antonio López Rastoll se ha propuesto llevar al lector al límite de la locura... o del orgasmo mental».
Podéis leer las reseñas completas en el blog de las autoras. Solo me queda agradecerles el haber treceroseado el libro.