El último sábado de enero firmé Trece rosas negras en Casa del Libro de Alicante. Dicho así suena lo más normal del mundo y, en realidad, para quienes nos dedicamos a esto, lo es, pero siempre hay alguna anécdota interesante que contar.
Aunque
había firmado otras veces en esas incómodas casetas prefabricadas, esta era mi
primera librería. Los trabajadores de Casa del Libro me trataron fenomenal y me
explicaron que llamaban a aquello «Encuentro con el autor». Recibí un atril con mis
libros y una botellita de agua. Me esperaban dos largas horas por delante.
Decidí aparcar mi timidez natural y ofrecer el libro a quienes paseaban por la tienda. Al principio, me sentí un vendedor de ajos. Poco a poco, fui ganando confianza. Al final, la reacción de la gente superó con creces mis expectativas. Firmaba ejemplares y, al mismo tiempo, conectaba con personas. El resultado no pudo ser más enriquecedor. A una pareja de amigos ciclistas le siguieron Rosa y Anabel, dos auténticas desconocidas, y hasta un escritor novel con el que intercambié el teléfono, entre otros.
No creáis que fue un camino de rosas: hubo muchos que pasaron de mí olímpicamente. Me quedo con quienes consideramos la relación con el público uno de los mayores placeres de la literatura y de la vida.
Lo más difícil para alguien que se dedica a la introspección y a la trama es precisamente conectar con los lectores en un tú a tú. Enhorabuena por lograrlo.
ResponderEliminarUn abrazo.
Jekyll necesita a Hyde para llegar al lector, el fin último de quienes escribimos.
EliminarUn abrazo.