CUARENTONA
Cuando vino de la calle, Juan Córdoba se sintió observado por la mujer apoltronada en el sofá de escay. «Quítatelo todo, menos la mascarilla y los guantes», dijo con voz orgásmica de locutora de radio. El hombre la miró atónito, boquiabierto, confuso y acobardado. «¿No me has oído, coño?», gritó perentoriamente. Desvistiéndose, quiso saber si aquello era una especie de juego sexual o una feroz medida higiénica. Nadia Pardo, sonriendo a lo Marlene Dietrich, le obligó a envolver su cuerpo con papel transparente de cocina y a usar doble preservativo. Ella siguió el mismo protocolo de envasado al vacío salvo en los condones y, tras comprobar el hermetismo de las bandejas de carne que había repuesto cientos de veces, chocaron con brutal violencia animalesca. «Perdona, ¿el pollo?», preguntó una clienta de ojos azules embozada en una mascarilla casera.
Mira: jajajajajajajaja, te pondría caritas con risotadas y todo.
ResponderEliminar¡Genial!
Buenísima la ironía en la protección y sus consecuencias.
Un abrazo (en papel transparente, que hay que protegerse).
Me alegra que te haya divertido: esa era la idea.
EliminarUn abrazo.
Ja! imaginación delirante la tuya a estas alturas!
ResponderEliminar=)
Creo que he dejado pasear un rato al niño que llevo dentro.
EliminarUn abrazo.
Nunca imaginé que nos reiríamos antes de dejar esta crisis sanitaria atrás, e intuyo que habrá muchas más historias antes de que acabe el año.
ResponderEliminarUn abrazo.
Con crisis o sin ella, nunca dejo de inventar. Me hace feliz.
EliminarUn abrazo.
Wow, nunca dejas de sorprenderme. Eres mi héroe, lobo. Un abrazo.
ResponderEliminarQuizá un superhéroe de barrio, como dice mi admirado Kiko Veneno.
EliminarUn abrazo.
¡Jaja, yo también me he reído! A saber qué cosas de este tipo veremos a partir de ahora...
ResponderEliminarLos psiquiatras y los peluqueros van a hacer su agosto.
EliminarUn abrazo.