La
dueña de la herboristería se llamaba Amparo. Tristán le habría pedido su
sonrisa como bálsamo para sus dolencias, en especial la soledad de un cuarentón
recién divorciado. Pidió, en cambio, las hierbas de siempre para las migrañas.
Mientras la joven lo atendía, hablaron un poco. Al acabar, ella preguntó si
quería algo más.
Tristán dijo que llevaba tiempo dándole vueltas a un asunto. En su
opinión, había dos formas de inmunizarse: el contagio o la vacuna. Él siempre
había sido una persona impaciente, de modo que esperaba que no se ofendiese por
lo que iba a rogarle.
Amparo lo miró de hito en hito. «¿Estarás de broma?», preguntó. Su seriedad no dejaba lugar a dudas. Como el aforo de la tienda era de un solo cliente, en cuestión de minutos se había formado una asombrosa cola. Él le tendió un documento en el que la eximía de cualquier culpa y donde figuraba su número de móvil. Luego salió.
Unos meses después, Amparo se notó unas décimas de fiebre y pérdida del gusto. Supuso que era un simple resfriado, pero la prueba confirmó que tenía el coronavirus. Mientras pasaba la enfermedad en su casa, se acordó de la absurda petición de Tristán.
«No creas que estoy enamorado de ti ni nada de eso», decía el hombre en su cabeza. «Solo estoy harto de esperar una vacuna que no sé cuándo me tocará ni si será efectiva.»
Amparo lo miró de hito en hito. «¿Estarás de broma?», preguntó. Su seriedad no dejaba lugar a dudas. Como el aforo de la tienda era de un solo cliente, en cuestión de minutos se había formado una asombrosa cola. Él le tendió un documento en el que la eximía de cualquier culpa y donde figuraba su número de móvil. Luego salió.
Unos meses después, Amparo se notó unas décimas de fiebre y pérdida del gusto. Supuso que era un simple resfriado, pero la prueba confirmó que tenía el coronavirus. Mientras pasaba la enfermedad en su casa, se acordó de la absurda petición de Tristán.
«No creas que estoy enamorado de ti ni nada de eso», decía el hombre en su cabeza. «Solo estoy harto de esperar una vacuna que no sé cuándo me tocará ni si será efectiva.»
Tristán subió en el ascensor hasta el cuarto piso. Ella abrió la puerta en batín, despeinada y sin mascarilla.
Inimitable. Un abrazo, querido lobo.
ResponderEliminarEspero que nadie lo haya puesto en práctica como la supuesta recomendación de Trump de beber lejía.
EliminarUn abrazo.
¡Jopé! Con clientes cómo Tristán, mejor tener cerrado el negocio,ja,ja,ja,ja
ResponderEliminarSeguro que se las tienen que ver de todos los colores en una herboristería.
EliminarUn abrazo.
Pero el plan puede que falle. Entonces sí que tendrá que ser paciente y esperar la vacuna.
ResponderEliminarExacto. Nadie te asegura que, poniendo en marcha este plan descabellado, logres el objetivo. Pero desahoga.
EliminarUn abrazo.