Fui muy reticente a la hora de ponerme el cubrebocas e, incluso, juré que nunca lo llevaría en verano. Ahora me cuesta un mundo prescindir de una prenda que forma parte ya del día a día. No solo me he acostumbrado a su presencia, sino que le veo un sinfín de ventajas. Recuerdo con cierto sonrojo una vez que caminaba por Alicante y vi a un conocido a quien no me apetecía saludar. ¿Verdad que no soy el único al que le ha pasado? Entonces caí en la cuenta de que, probablemente, no me reconocería con mascarilla. No dio muestras de familiaridad y continué mi paseo alegremente. Luego sentí un pinchazo de culpa, pero así somos los seres humanos. También voy a echar de menos la protección contra el frío durante el invierno. Ninguna bufanda se le puede comparar. Y, por supuesto, muchos hombres hemos aprovechado para llevar la barba como auténticos adanes; al revés que ellas, tan pulcras y bien maquilladas sin que nadie se lo pida. Bendita feminidad.
La lectura que uno saca de esta situación es que nuestro instinto de supervivencia nos ha hecho más agradable lo desagradable. Ya no nos ahogamos como al principio, pero los pulmones agradecerán el aire puro tanto como el corazón la alegría de los rostros.
Los científicos y los políticos pronto anunciarán que nos podemos quitar las mascarillas sin miedo. ¿Qué haremos? Revertir el proceso se antoja peliagudo. La gran mayoría guardaremos una por si las cosas se vuelven a poner feas.
Buenas tardes, recién llego y me quedo por aquí como seguidor. Espero pasarme con más frecuencia.
ResponderEliminarRespondo a esta entrad, que como buenos españoles que somos, haremos lo contrario de lo que nos dicten. Así somos en nuestra idiosincrasia.
Un saludo.
Aquí tienes tu casa. Siempre es positivo no hacer caso de todo lo que nos digan, pues nadie nos conoce mejor que nosotros mismos.
EliminarUn saludo.
Yo doy gracias por perderlas de vista.
ResponderEliminarNo quiero vivir obsesionado.
Saludos.
Aunque nos quiten las mascarillas, me temo que las obsesiones se mantendrán un tiempo.
EliminarSaludos.
A mí no va a haber quien me la quite. Me siento cómoda, libre. Mi timidez ha desaparecido. La máscara me da alas.
ResponderEliminarNo hay timidez ni inseguridad que borre la mascarilla como tampoco hay gente totalmente segura y extrovertida. Solo lo parece.
EliminarUn abrazo.