LA RENOVACIÓN DEL FUEGO
Un gentío esperaba a las doce de la noche para ver
su Hoguera arder entre espirales de humo negro. Curiosa costumbre que Juanjo
comparaba con los castillos de arena que —casi simultáneamente— creaba y
destruía en su infancia. El joven había cogido un buen sitio junto a la valla
metálica que rodeaba el monumento. Dentro del perímetro acotado por los
bomberos, la Belleza y las Damas de Honor lloraban sonrisas. En aquel momento,
alguien le rozó el hombro. Nico llevaba un rato detrás, pero no sabía
exactamente si era él. La nostalgia de los años sin verse duró apenas unos
minutos. Enseguida apagaron las luces. Hubo un grito de emoción entre el
público. Entonces el viejo amigo, con aliento a cubata, susurró al oído de
Juanjo: «No he olvidado los cien euros que me debes». Este se removió inquieto
como un pez atrapado en el cubo y le dirigió una mirada suplicante. El otro
dijo que le daría de tiempo hasta la siguiente Pandemia. La traca, el incendio,
la orquesta tocando «Les Fogueres de San Chuan». Nadie pareció advertir que los
antiguos colegas se abrazaban sin mascarilla y contraviniendo la distancia de
seguridad.
Aunque dicen que otra pandemia nos atacará pronto, me temo que los 100€ los ha perdido como yo me llamo Emilio.
ResponderEliminarSaludos
Es posible, entonces, que durante el abrazo le clave cuchillos en la espalda al moroso.
EliminarSaludos.
Hombre... por cien euros tampoco hay que ponerse así...
ResponderEliminarMe ha hecho reír.
Saludos.
Ahí está la jugada. No es mucho dinero y se puede perdonar. Pero el año que viene, si reincide, igual acaba ardiendo con la Hoguera.
EliminarUn abrazo.
Veía yo peligrar por un momento la integridad física del personaje. Menos mal que todo quedó en abrazo etílico con virus moderados. Quizá para la próxima, los 100€ sean abonados... O no.
ResponderEliminarUn abrazo.
En efecto, podría haber acabado como el rosario de la aurora. No creo que el alcohol sea el mejor aliado a la hora de reclamar deudas.
EliminarUn abrazo.