El náufrago contempla el amanecer anaranjado
mientras juguetea con los mechones de su barba. Al principio, el fenómeno es
solo un punto en el horizonte. Poco a poco, distingue la canoa. No sabe si reír
o llorar, si saltar a la pata coja o rebozarse en la arena. Cuando faltan escasos
metros, se introduce en el agua y ayuda a la remera a alcanzar la playa. Una
vez allí, descubre con angustia que casi ha olvidado el lenguaje. En cambio, la
mujer está encantada de conocerle porque tiene una oferta inigualable de
telefonía. Abatido ante la falta de rescate, responde solo: «Permanencia».
Alegría y decepción, muy bueno
ResponderEliminarUn abrazo
Como la vida misma, una de cal y otra de arena.
EliminarUn abrazo.
Y ya de paso ¿no quería cambiarle de compañía eléctrica y de tarifa?.
ResponderEliminarSaludos
Si, al menos, te dieran un poco de cháchara sustancial sobre el mito de la caverna...
EliminarSaludos.
Son capaces de llegar hasta las entrañas. Que penita me da de la "operadora" jeje.
ResponderEliminarUn abrazo y un aplauso
Esconderse de ellos es una utopía, de modo que hay que utilizar el ajo como si fueran vampiros.
EliminarUn abrazo.
Demoledor. Enhorabuena, querido lobo.
ResponderEliminarMuchas gracias, Pedro.
EliminarQué bueno!!!
ResponderEliminarEl final es genial.
La realidad nos inspira. Qué haríamos sin ella. ¿Ser felices? Bah.
EliminarUn abrazo.
jeje llegan a todos los rincones!
ResponderEliminar=)
Como una plaga.
EliminarUn abrazo.