martes, 15 de junio de 2010

LA TÍA OFELIA

Hay gente con la que la vida se ensaña, gente que no tiene una mala racha sino una continua sucesión de tormentas. Casi siempre esa gente se vuelve lacrimosa. Cuando alguien la encuentra, se pone a contar sus desgracias, hasta que otra de sus desgracias acaba siendo que nadie quiere encontrársela.

Esto último no le pasó nunca a la tía Ofelia, porque a la tía Ofelia la vida la cercó varias veces con su arbitrariedad y sus infortunios, pero ella jamás abrumó a nadie con la historia de sus pesares. Dicen que fueron muchos, pero ni siquiera se sabe cuántos, y menos las causas, porque ella se encargó de borrarlos cada mañana del recuerdo ajeno.

Era una mujer de brazos fuertes y expresión juguetona, tenía una risa clara y contagiosa que supo soltar siempre en el momento adecuado. En cambio, nadie la vio llorar jamás.

A veces le dolían el aire y la tierra que pisaba, el sol del amanecer, la cuenca de los ojos. Le dolían como un vértigo el recuerdo, y como la peor amenaza, el futuro. Despertaba a media noche con la certidumbre de que se partiría en dos, segura de que el dolor se la comería de golpe. Pero apenas había luz para todos, ella se levantaba, se ponía la risa, se acomodaba el brillo en las pestañas, y salía a encontrar a los demás como si los pesares la hicieran flotar.

Nadie se atrevió a compadecerla nunca. Era tan extravagante su fortaleza, que la gente empezó a buscarla para pedirle ayuda. ¿Cuál era su secreto? ¿Quién amparaba sus aflicciones? ¿De dónde sacaba el talento que la mantenía erguida frente a las peores desgracias?

Un día le contó su secreto a una mujer joven cuya pena parecía no tener remedio:

—Hay muchas maneras de dividir a los seres humanos —le dijo—. Yo los divido entre los que se arrugan para arriba y los que se arrugan para abajo, y quiero pertenecer a los primeros. Quiero que mi cara de vieja no sea triste, quiero tener las arrugas de la risa y llevármelas conmigo al otro mundo. Quién sabe lo que habrá que enfrentar allá.

MASTRETTA, Ángeles, Mujeres de ojos grandes, Seix Barral, 1990.

16 comentarios:

  1. ¡Hola Jose Antonio!
    Me ha gustado esta entrada que nos traes. Estoy segura que yo busco mantener el talante de la tía Ofelia. Hay que tener talento para conseguirlo. No creas que siempre es fácil arrugarse hacia arriba cuando, físicamente, las arrugas hacen que todo se vaya poco a poca hacia abajo… De todas formas uno de los principios de mi filosofía, que intento no olvidar, es que la arruga física no duele y eso es algo esencial. La anímica es la que hay que conseguir que tampoco duela, vamos lo de intentar arrugarse hacia arriba.

    Gracias Jose Antonio por recordarnos, con esta lectura, que la sonrisa es una gran aliada, es el antídoto contra el pesimismo, es como una lupa que amplía la sensación de bienestar personal y del entorno.

    Un abrazo

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  2. Hola Alicia,

    Ya decía Charles Chaplin que un día sin risa es un día perdido.
    Existe, sin embargo, una especie de mala prensa hacia la risa y hacia los que hacen reir. Se les estigmatiza como los primos del tonto del pueblo, y eso que nos proporcionan un bien existencial muy grande.
    En literatura ocurre lo mismo. La risa, el humor no tienen prestigio. Al menos, no el mismo prestigio que la pretendida literatura seria. Digo pretendida porque el género más serio es el humor, pues nos enseña a no tomarnos demasiado en serio a nosotros mismos.
    Un abrazo.

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  3. Estoy completamente de acuerdo contigo. Yo este curso ya tuve mi recompensa al respecto cuando la profesora de tecnología me dijo que yo era la cara amable de la junta directiva. Te juro que ese halago me gusto mucho más que si me hubiesen dicho que había hecho una buena gestión, que también.
    Un abrazo

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  4. Uf, a mí me importa un pito todo, te lo digo en serio, pero que no me toquen al payaso.
    Soy el payaso de mis hijos, de mis amigos... y a mucha honra.
    El otro día estuve echando un vistazo a un concurso al que me había presentado y que no gané. ¡Qué caras más serias me observaban desde las fotos! Parecía que diseccionaban un cadáver. No me identifico en absoluto con lo que se supone debe ser un intelectual.
    Un abrazo.

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  5. No sé, José Antonio, cómo me estoy arrugando yo. Espero saber hacerlo con ese virtuosismo de la tía Ofelia.
    Un abrazo.

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  6. Hola Aster,

    Me alegra verte por aquí.
    Yo no creo que el mensaje de este cuento sea estar todo el puñetero día sonriente. Sería repugnante. Es, más bien, una actitud positiva. Lo del vaso medio vacío o medio lleno. Yo, de hecho, soy un tipo bastante pesimista. Lo que pasa es que disimulo muy bien.
    Un abrazo.

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  7. Levantarse ante las adversidades, recomponerse y seguir adelante regalando sonrisas y no regando con lágrimas.
    Como tú decías un día tras cada arruga hay una historia...y aquí nos has traído un bello relato y una gran lección.

    Gracias José Antonio por acercarnos esta mujer de ojos grandes.

    Besos y abrazos.

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  8. Hola Mari Carmen,

    Como dice Alicia que dijo Saramago: "No cambiaremos el mundo si antes no cambiamos nosotros".
    Nuestra mejor arma, la más desinteresada, la que mejor define a los seres humanos es el humor.
    Aunque, claro, es sólo una opinión.
    Un abrazo.

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  9. Jose Antonio, gracias por recoger la frase de Saramago. Te lo agradezco ya que así no la perdemos. Resulta que posteriormente encontré una más relacionada con el acontecimiento de su partida y la cambié.
    Un abrazo.

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  10. Te confesaré, Alicia, que no he leído nada de Saramago. Incluso, reconozco que hojeando alguno de sus libros he sentido una especie de rechazo hacia la ausencia en sus textos de signos de puntuación.
    Quizás más adelante habrá que darle otra oportunidad.

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  11. Pues yo sólo párrafos, frases-muy interesantes por cierto- y comentarios de algunos compañeros. Sin embargo estarás de acuerdo conmigo que, por implicación en muchas causas, casos y cosas y proyectarlas desde la Literatura, bien merece ese homenaje que se le ha brindado por muchos blogs.
    Nosotros tenemos toda la vida para darle esa oportunidad y esta oportunidad era única para darle ese homenaje y no la he desperdiciado.
    Un abrazo.

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  12. Siempre que fallece un escritor, Alicia, fallece un amigo. Habrá que pedirle a Maribel que nos recomiende algo.
    Un abrazo.

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  13. Aster nos recomienda "Todos los nombres" y "Ensayo sobre la ceguera".
    Besarkadatxu bat

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  14. No hace mucho se hizo una película basada en el "Ensayo sobre la ceguera". Creo que se llamaba "A ciegas". Ya me has picado la curiosidad, Alicia.
    Un abrazo.

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  15. Qué bueno...entradas como ésta son absolutamente necesarias para que cambie el mundo...cercano. Lo malo es que algunos y algunas no se dan por aludidas y creen, a pesar del coñazo que dan, que son como la tía Ofelía..."¿Quejarme yo...? !Dios mío, si yo nunca me quejo!" Esos (as) todavía son peores...porque encima creen que somos unos desalmados que no queremos escucharles...

    Me quedo con esta frase:
    "Ella jamás abrumó a nadie con la historia de sus pesares"
    Bendita Tia Ofelia...

    Port

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  16. No quejarse nunca es tan malo como quejarse por todo. Yo siempre me quejo de que falta optimismo. Y no me refiero al económico.
    Un abrazo.

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