miércoles, 17 de septiembre de 2014

ROBIN WILLIAMS















Este verano ha fallecido Robin Williams, un actor de esos que le caen bien a todo el mundo, que a algunos pelmazos, incluso, les recuerda su infancia.
            
Inmediatamente, se repone alguna de sus películas más emblemáticas en televisión, se le rinde un emotivo, aunque breve, homenaje en algún blog aprovechando el fotograma de los alumnos subidos a las mesas para despedir al profesor Keating. Y luego la pesada losa del olvido. Parece poco para alguien que nos ha hecho tanto reír. El decano Walcott, sin ir más lejos, le recriminaba a un Patch Adams algo sobreactuado su «excesiva felicidad». Gracias a esa maldita manía de ser feliz, hoy nos sentimos un poco menos solos. Quizá algo conmocionados aún por la noticia de su muerte. Reconozco que le rendí mi particular homenaje revisando una vieja cinta lacrimógena. En ella baja a los infiernos para recuperar a su mujer, que se ha suicidado tras la muerte de su marido y de sus hijos. Es irónico. Williams convencería a un mudo de que cantara la marsellesa —logró que Christopher Reeve sonriera después de su grave accidente—, pero no pudo salvarse a sí mismo.
            
Últimamente se oían rumores de segunda parte de uno de sus títulos más famosos, ese en el que se disfraza de institutriz para no separse de sus hijos. Por fortuna, vino la parca a alterar los planes de Hollywood. Tuve la suerte de disfrutar hace unos meses, en videoclub, de un personaje menos histriónico, más reposado, que pone, en mi opinión, un broche de oro a su carrera. Interpretaba a un padre divorciado cuyo hijo adolescente es tan idiota que se suicida sin pretenderlo. A riesgo de parecer morboso, estremece comprobar cómo se repite en su filmografía el tema del suicidio.

Dicho padre, enamorado de La noche de los muertos vivientes, daba toda una lección sobre la cara oculta del payaso: «Antes creía que lo peor que podía pasarte en la vida era acabar completamente solo. No es así. Es peor acabar con gente que hace que te sientas completamente solo.»

Aún sigo buscando a alguien que le guste La noche de los muertos vivientes, como Robin Williams, pero no me mato.



NOTA: las películas mencionadas en el artículo son, en este orden: El club de los poetas muertos (Peter Weir, 1989), Patch Adams (Tom Shadyac, 1998), Más allá de los sueños (Vincent Ward, 1998), Señora Doubtfire (Chris Columbus, 1993) y El mejor padre del mundo (Bobcat Goldthwait, 2009).

8 comentarios:

  1. Escuché la noticia de su muerte como si se tratara de un pariente lejano, a quien a penas conocía, pero que me caía bien por un simple accidente de afinidad.
    Me huelo que James Barrie habría estado orgulloso de ese Peter Pan añoso, barrigudo y adicto al trabajo.
    Robin Williams nos ha dejado una huella maravillosa.

    Carpe diem.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Has clavado la descripción de este niño grande como si lo conocieras de toda la vida. Y es que la infancia bien entendida es el mejor pasaporte para la felicidad.

      Sapere aude.

      Eliminar
  2. Ser humorista sin caer en el golpe bajo o la cosa burda, apostar al sentimiento y al optimismo, quizás sea en este mundo, un acto de valentía. Arriesgarse a ser considerado como un raro o un sensiblero que se niega a ver la realidad tan cruda como es. Por suerte hay quienes -como este talentoso actor- se animan a demostrar lo contrario. Lástima que tomó esa decisión de apurar su final. No lo juzgo, pero lo lamento.
    Saludos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. La realidad no va a cambiar, pero nosotros sí podemos hacerlo. Y de esa manera puede cambiar nuestra realidad. El cine de Williams es un chute de esperanza que no termina con la muerte del actor. Nuestra generación lo lleva en el ADN.

      Un abrazo.

      Eliminar
  3. "Genio, eres libre", es una referencia a la película Aladdin de Disney en la que Robin realizó el doblaje del divertido genio de la lámpara. El genio, un esclavo encerrado en esa lamparilla, es el mejor amigo del protagonista, que decide liberarlo al final de la película.

    Al igual que su familia, espero que el foco no esté en cómo aconteció la muerte de Robin, sino en los incontables momentos de felicidad y risa que dio a millones de personas.

    Gracias Jose Antonio por este merecido homenaje, aunque no comparto la frase "Por fortuna, vino la parca a alterar los planes de Hollywood". Ojalá hubiésemos podido verle de nuevo disfrazado de institutriz.

    Un abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Pues sí, ahora es libre. Demasiado genial para vivir entre mortales. Demasiado humano para un mundo tan inhumano.
      En un principio, me alegré de que se hiciera una segunda parte de "Señora Doubtfire", pero los actores crecen y ya no veía a Williams en esa tesitura. Quizá, ahora que era menos famoso, nos habría dejado alguna joya más de cine independiente.

      Un abrazo.

      Eliminar
  4. Pues tal como dices, Jose, era un actor que caía bien a todo el mundo, y yo también he lamentado mucho su muerte. De los actores, la mayoría de las veces, solo conocemos la imagen que ofrecen en las pantallas de los cines, poco sabemos de las personas que se esconden detrás. Cuando ocurre la tragedia, como en este caso, indagas un poco y descubres una vida triste y oscura que nada tiene que ver con lo que parecía.
    Me gustó especialmente "Despertares".

    Un abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Ah, qué gran película junto a Robert de Niro. Te hace amar la vida, por perra que sea, hasta el último segundo.
      Lo raro es encontrar actores americanos que no sufran alguna adicción. Debe ser jodido ser tan querido y estar tan solo a la vez.

      Un abrazo.

      Eliminar