EL ARTE DE PERDER
El día que llegué a casa diciendo que había perdido
a mis hijos en el parque, mi mujer siguió haciendo punto. Balbuceé que me había
descuidado un instante. En realidad, tenía la vista posada en las piernas bien
torneadas de una enfermera. Cogí la chaqueta para salir de nuevo en su
búsqueda, pero ella me retuvo. «Déjalo —su voz era franca pero dulce—, hace
meses que no vienen por la residencia.»
Estremecedor.
ResponderEliminarEs difícil abandonar las viejas costumbres y asumir un papel diferente a aquél que nos asignó la vida durante tanto tiempo.
Un abrazo.
Es la pesadilla de cualquier padre: que se le pierda un chiquillo. Más terrible aún es que a un hijo se le pierdan los padres.
EliminarUn abrazo.
Tocas muchas cosas en tan pocas palabras, la demencia senil, el abandono, la irresponsabilidad, la resignación...y todas dan tanto para pensar...
ResponderEliminarUn beso
Muchas gracias. Con tanto pokemon, apenas se habla de lo que realmente importa.
EliminarUn abrazo.