LA CONSULTA
Caminó con pasos vaporosos a través de la niebla que
envolvía la ciudad como un cristal esmerilado, subió la escalinata del edificio
y atravesó la puerta de la consulta con enojosa facilidad.
—Me he muerto, doctor, pero no ha aparecido ninguna
luz. Todo sigue igual, salvo que casi nadie puede verme. Afortunadamente,
usted…
—Haga
vida normal.
Genial, hay quien siempre ha sido invisible. Un abrazo
ResponderEliminarEl paciente es el gran invisible de esta historia, pero, esperemos, haya todavía un médico que sepa verlo.
EliminarUn abrazo.