En la plaza Jemaa el-Fna perdí a mi mujer un día de
verano. La busqué durante horas entre los puestos de especias y marroquinería.
Me pareció verla junto al encantador de serpientes, pero era alguien de similar
hechura. Volví solo a España, di la noticia a sus padres y crie a nuestros
hijos lo mejor que pude. Cuando estaba a punto de rehacer mi vida, entró en
casa como una exhalación. Venía cargada de bolsas. Dijo, a modo de disculpa,
que se le había ido el santo al cielo.
Normal perderse en esa bonita plaza de Marrakech, donde encuentras desde encantadores de serpientes, a aguadores vestidos de forma muy curiosa.
ResponderEliminarSaludos
No hay mejor lugar para desaparecer una buena temporada.
EliminarSaludos.
Magnífico relato, con final feliz y humorístico. Un abrazo
ResponderEliminarMe alegra que te haya gustado. Uno intenta siempre disfrutar y hacer disfrutar.
EliminarUn abrazo.
Celebraron el reencuentro?
ResponderEliminarSupongo que volviendo a Marrakech en plan masoca.
EliminarEntonces llegó a tiempo!
ResponderEliminarUn saludín ;)
Nunca es tarde si la dicha es buena.
EliminarSaluditos.
Me gusta tu blog se respira respeto
ResponderEliminarY que siga.
EliminarPobrecilla, se le hizo tarde...
ResponderEliminarSaludos.
Este lo tengo que leer en una convención de feministas.
EliminarSaludos.