miércoles, 17 de septiembre de 2025

GUARDAMAR





















He pasado las Hogueras de San Juan en Guardamar del Segura, el pueblo de mi madre. El piso de alquiler me fascinó desde el principio. Tenía un par de estanterías con libros de ficción y uno de ellos era la primera parte del Quijote. Comprobé que no se trataba de meros adornos cuando mi hija se leyó una novela de cuyo nombre no logro acordarme. Además, había cinco reproducciones de cuadros en las paredes. Me pregunté quiénes serían los dueños de aquel pequeño paraíso cultural. Lo que habría dado por haberlos conocido.

LEJOS DE MAMÁ

El mejor momento del día era preparar la comida con Clara, pues ambos somos pésimos cocineros. Primero agotamos todas las posibilidades de la cocina italiana: espaguetis carbonara, raviolis, lasaña… Luego nos entregamos con fervor a la religión de los fritos: patatas, huevos, figuritas de pescado… La tortilla precocinada de Mercadona, un clásico, no faltó en nuestro precario menú de supervivencia.
 
LA ANÉCDOTA

Llegamos a la pizzería Trastevere sobre las diez de la noche. Clara pidió una cuatro quesos y yo, un sándwich vegetal. Maldita la hora. Sirvieron su plato, pero el mío se retrasaba más de la cuenta sin que nadie creyera necesario dar explicaciones. La cocina voceó mi comanda y le pregunté extrañado a la camarera por qué no la traían. Me pidió disculpas: se había quemado el pan. Después de cuarenta y cinco minutos de espera, me trajeron el pan raspado a cuchillo. Muy profesionales.

VIDA MONACAL

Durante las horas más calurosas, dedicábamos el tiempo a nuestras grandes pasiones: leer, escribir y pintar. Al principio, pensé que podría aguantar como un valiente sin pergeñar historias: me había negado a viajar con el aparatoso ordenador portátil. Desesperado, al tercer día me compré un cuaderno y lápices.

ME LLAMAN LOBO

En el transcurso de la semana, intenté quedar con algunos amigos sin demasiado éxito. Llamé a mi prima para tomar un café, pero ya no trabaja en la heladería Las Dunas. Solo me faltó poner un cartel en el tablón de anuncios de la biblioteca. Vivimos en una sociedad hiperocupada donde la tecnología se ha convertido en un sucedáneo de las relaciones sociales. Menos mal que coincidí por la calle con gente del pueblo y, de pie, echamos la charraeta.

RECUERDOS

Dicen que en septiembre van a derribar las casas de pescadores de la playa de La Babilonia. Decenas de familias serán desalojadas en virtud de la aplicación de una Ley de Costas que llega con casi cien años de retraso. El penúltimo atentado contra el tejido cultural alicantino dinamita, de paso, mis recuerdos de infancia.

miércoles, 3 de septiembre de 2025

PALABRA DE TONO



Mi padre sigue vivo en algunas de las palabras que empleaba deformándolas a su gusto o dándoles un sentido muy peculiar. Cuando menos lo espero, iluminan mi memoria como una lluvia de estrellas en el cielo nocturno.

Cada cual tiene una forma de hacer las cosas y todas son válidas mientras no molestes a nadie. Él llamaba «estilacho» al estilo propio de cualquier individuo.

Hablando de tareas domésticas, recuerdo que, intentando dotarlas de una aureola épica, las bautizaba con el nombre de «operaciones». De este modo, masillar una pared se convertía en poco menos que una manifestación artística.

Otro término que utilizaba con cierta frecuencia para referirse a un coche pequeño era «cochinto». Me doy cuenta emocionado de que José Antonio López Quinto, al darle la vuelta al idioma, estaba forjando neologismos sin saberlo.

Solía adoptar posturas bastante radicales. Por ejemplo, Raphael le parecía «ful», es decir, una mierda. Miguel Delibes, en cambio, se le antojaba el mejor escritor de la historia.

Tenía en común con el cantante más de lo que creía, pues siempre fue un teatrero. Si le preguntabas qué tal se encontraba de salud, respondía invariablemente «fatal». El mundo de la interpretación ha perdido a un gran dramaturgo.


Entradas populares

Vistas de página en total