viernes, 30 de enero de 2015

EL PORVENIR
























En literatura no hay nada seguro. Un día disfrutas de tu soledad ganada a pluma y, al siguiente, presentas un libro en un acto público. Por suerte, soy un inadaptado que se adapta bien a todo tipo de medios.

Hubo cierto escritor que dijo que me tomaba mi carrera literaria a la ligera. Cualquiera que me conozca sabe que me apasiona escribir, pero a pequeñas dosis.

Escribo cuentos para adultos porque me divierte. Sin horarios ni imposiciones. A golpe de instinto. Me motiva formar una colección, crear un libro. He reunido en los dos útimos años una veintena de historias a las que sumaré unas cuantas más. Algunas de ellas constituirán, espero, mi tercer libro de relatos después de Vareando nubes y El mirador, ambos publicados en Atlantis.

Un proyecto más avanzado es el libro de microrrelatos escrito a medias con la escritora alicantina Esther Planelles. Después de muchos retoques, a mediados de 2014 decidimos probar suerte en el mercado editorial. Hemos recibido rechazos, por supuesto, pero también hasta cinco ofertas para publicar el manuscrito.

Con más suerte que talento, algunas de mis historias aparecieron el año pasado en las antologías El mejor momento (Letras con Arte), Otoño e invierno (Diversidad Literaria), Bocados sabrosos (Acen) y Sucedió en la Feria (Club de Escritura La Biblioteca).

De un tiempo a esta parte, Óscar Crespillo Pérez ha publicado en la revista Alicante Opinión alguno de mis cuentos y artículos. Le agradezco el boca a oreja. También aparece un fragmento de una de mis reseñas en la segunda edición de Microhistorias para libélulas, de Laura Frost. Nada más. Os espero en El Mirador.

martes, 20 de enero de 2015

UN POCO DE JUEGO




Estas últimas Navidades andaba algo tristón cuando recibí una llamada de mi mujer, y por primera vez desde que tengo memoria no me pedía que comprara algo. Me invitaba a reunirme con ella y unos amigos en un local de Alicante llamado Caníbal. Se iba a celebrar una fiesta benéfica con el reclamo de un karaoke y la actuación de una drag queen. 

Aunque la tos de un catarro se resistía a abandonarme, me planté allí en un tiempo record. Lo primero que vi fue a una mujer imponente controlando el percal desde la puerta. Parecía una perita en maromos. Decidí entrar y que fuera lo que el diablo quisiera.

Besé a mi pareja y saludé a sus colegas. La mesa estaba llena de quintos vacíos, de modo que, para no desentonar, fui a la barra a por uno.

Cuando cerraron la sala, miré a un lado y a otro temeroso de descubrir algún vampiro. Pero no. Un tipo anunció que fuéramos afinando nuestras gargantas, pues enseguida daría comienzo el karaoke. También presentó a Sofea Loren, a quien yo había conocido en la puerta, que lucía un vestido rojo verdaderamente maligno.

La perspectiva de cantar provocó toses bastante sospechosas entre el público. Ni el presentador ni la drag se dejaron conmover, y con una sonrisa maliciosa sacaron el primer papelito de la noche. Era la canción «Piensa en mí» de Luz Casal. Sofea Loren se paseó por el local antes de elegir a su víctima. Exhibía porte, descaro y piernas de escándalo. Nos hacía reír con su humor picante, nunca sarcástico. Me rozó el pelo —como si envidiara mi melena de vagabundo—. Entonces volvió al escenario, me miró directamente a los ojos y sacó a mi mujer.

El juego se repitió varias veces a lo largo de la velada, pero me libré de cantar. La que sí cantó fue Sofea Loren —Pedro Azorín en la vida real—, interpretando, entre otros, un tema llamado «La tacones». Si hubiera salido Bunbury, me arranco.


domingo, 11 de enero de 2015

SUFIJOS



















Me dice mi hija que soy un bromero en vez de un bromista. Por esa regla de tres, podría no ser cuentista sino cuentero. Tal vez no sea optimista, sino el mundo muy pesimero: nada excepto el amor merece tomarse demasiado en serio.

FELIZ 2015

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