miércoles, 31 de marzo de 2010

UNOS DÍAS POR AHÍ

Me marcho unos días a Albacete por Semana Santa.

Una novela que hizo las delicias de un servidor en estas fechas hace algunos años fue Los misterios de Madrid (Seix Barral, 1992). Su protagonista y prototipo del antihéroe, Lorencito Quesada, debe investigar la misteriosa desaparición del Santo Cristo de la Greña.

Felices vacaciones y no comáis demasiadas torrijas.

viernes, 26 de marzo de 2010

CELDA 211: Un mal lugar para vivir

Un hombre se abre las venas en un calabozo. Así comienza Celda 211, la última película de Daniel Monzón, basada en la novela homónima de Francisco Pérez Gandul. Con esta metáfora de la soledad se nos revuelven las entrañas.

Paradójicamente, la gente suele calificar la cárcel como un buen lugar para vivir. Pregunte a cualquiera. Hombre, si comparamos el actual sistema penitenciario con las torturas medievales, seguro que es un lecho de rosas. Pero, ¿por qué largometrajes como el que nos ocupa u otros como Horas de Luz (2004) nos hablan de lo contrario? Quizás porque algo huele mal.

La violencia de determinados funcionarios, uno de ellos magistralmente interpretado por Antonio Resines, el desamparo médico o el escaso contacto con los familiares son algunos de los problemas que se denuncian en Celda 211.

Desgraciadamente, seguimos pensando que los barrotes separan a los buenos de los malos. La virtud de esta película es que rompe ese esquema. A través de Juan, un funcionario que entra a trabajar precisamente el día en que se declara un motín en la cárcel, nos damos cuenta de que los presos se rigen por valores como la valentía o el consenso, que tanto faltan en nuestra sociedad y en nuestros políticos.

El líder de este motín es el temido Malamadre, interpretado por un soberbio Luis Tosar. Desde el principio, siente debilidad hacia Juan, que, abandonado a su suerte por otros funcionarios, finge ser un homicida recién llegado a la cárcel. Capaz de la mayor brutalidad por conservar el liderazgo, Malamadre alberga sentimientos que se materializan en un abrazo a ese compañero que lo pierde todo.

jueves, 25 de marzo de 2010

QUÉ GRANDE ERES, CABRONA

¡Mira que ganar una novela histórica, con la grima que me dan!
Ayer por la noche seguí el PREMIO AZORÍN DE NOVELA 2010. Nuestra amiga bloguera y coautora de El pintalabios, Maribel Romero, concurría a él con la novela El peso de las horas. Esta ilicitana era una de las diez finalistas. Y se clasificó en segundo lugar, a un voto de la ganadora. Como lo oyen.
Sólo un pequeña reflexión sobre el evento, que tuvo lugar en el hotel Meliá de Alicante. ¿No es un poco cruel tener a los escritores toda la noche esperando? ¿Es que no tenemos bastante con una Eurovisión? Son como críos...
Al final ganó Begoña Aranguren con la obra El amor del rey. Seguro que nadie le ha dicho: qué grande eres, cabrona. Eso está reservado al segundo puesto. Enhorabuena, Maribel. Por cierto, ahora que sólo te espera la publicación del libro e interminables colas para que lo firmes, ¿cuándo tomamos un café?



miércoles, 17 de marzo de 2010

CRÓNICA DE LA ONCE


Me quedo con la cara de felicidad de Antonio, ese niño grande que se sienta a mi lado.

Unas veinte o treinta personas reían cuando llegué a la sala multiusos alrededor de las once de la mañana. Antonio, el encargado de la biblioteca, me invitó a pasar como a un amigo de toda la vida. Luego siguió leyendo noticias absurdas que suceden en el mundo, como si este fuera una novela de Gabriel García Márquez.

Del realismo mágico pasamos al instante que temía, como todo buen tímido que se precie. El de hablar. La gente guardó silencio, incluso sentí alguna mirada clavada en mí. Entonces, solté aquello de que era miope y que no podía ver a los que se sentaban al fondo. Antonio, siempre atento, comentó que había ido a parar al sitio adecuado. Risas.

Existen tres razones por las que quería estar en la ONCE. La primera, porque mi libro se llama El Mirador; la segunda, porque soy miope; y la tercera es evidente: soy un escritor no-vel. Este hubiera sido un comienzo genial, pero no se me ocurrió.

El primer relato que leí fue El fin. Me parece que gustó, que conectaba con el público. Luego Antonio se lanzó con Mi querido nieto. Un gran lector este hombre, hasta a mí me emocionó. Entre cuento y cuento, narramos una pequeña anécdota: cuando Antonio y yo nos conocimos, no sabíamos que éramos vecinos. Es más, vivimos enfrente el uno del otro. Ironías de la incomunicación. El tiempo se nos echaba encima y había que terminar. Opté por leer Un chico difícil, y creo que aguantaron la respiración hasta el final.

Tenías razón Alicia: un oasis de cariño en pleno desierto.
Set list completo:
El fin
Mi querido nieto
Los reyes godos
La visita
Noche de fútbol
Un chico difícil
Gracias a mi fotógrafo particular por acompañarme en esta aventura.

martes, 9 de marzo de 2010

EL MIRADOR EN LA ONCE

Paradójico, lo sé. Chistes aparte, juro que estas personas tienen una sensibilidad especial. Antonio, el responsable del taller, se dio cuenta enseguida de que soy un gamberro.

El martes, 16 de marzo de 2010 estaré a las 11,00 de la mañana en la ONCE de Alicante (Avda. Aguilera, 43). Allí intentaré que pasemos un rato agradable repasando algunos relatos de mi primer libro. Prometo seleccionar los más picantes y atrevidos.
Estáis invitados/as.

jueves, 4 de marzo de 2010

ADAGIO EN EL PRINCIPAL

25 de febrero de 2010. Asisto a un concierto de Mónica Naranjo en el Teatro Principal de Alicante. Presenta su gira Adagio, una revisión de sus temas más famosos en versión clásica.

Qué bonito es estar en el teatro y poder tocar con los ojos a un artista. Ojalá todos los conciertos fueran así. En recintos pequeños.

Se alza el telón, toma asiento la orquesta de cámara y se prueban los instrumentos. Parece unos de esos conciertos de Navidad. De pronto, hace su aparición el director de orquesta, un melenas con el cabello por la cintura. Música, maestro.

Suenan los primeros acordes de Europa y aparece la Naranjo ataviada con un vestido ceñido de color rojo. El público alicantino aplaude a rabiar, completamente entregado. Parece el final del concierto y sólo es la primera canción.

Van sucediéndose las canciones, pero Mónica no abre la boca ni para saludar, muy en su papel de diva. Eso sí, al finalizar cada tema, da las gracias con una gran sonrisa enmarcada en un rostro hierático.

Tras la canción Siempre fuiste mío, toma el micrófono y dirige al público unas palabras que saben a poco. Explica que cuando le propuso a la compañía hacer un disco clásico, pensaron que se había vuelto loca. Un niño, de la mano de su padre, le lleva un ramo de flores.

Suena Amor y lujo, la última canción. Larga ovación del público alicantino. Mónica le suelta al melenas: "¡Qué grande eres, cabrón!". Fin de la película muda.

martes, 2 de marzo de 2010

DIAMANTES EN LA BASURA

Se cumple un año de la publicación de mi primer libro de relatos, y en todo este tiempo no he podido olvidar a Rodrigo del Lago, que contribuyó a disipar las dudas que todo escritor novel tiene en sus comienzos.

Que conste que escribir sobre Narraciones Carpetovetónicas (Ediciones Ochenteras, 2008) no responde a ninguna obligación por mi parte. Si el libro fuese un rollo, lo diría sin pestañear. No es ese el caso.

Desde el principio, me atrajo el coraje de una publicación en solitario al margen de las férreas normas establecidas por las sosas editoriales y, sobre todo, ese arrebato un poco onanista de dedicárselo a sí mismo. Pese a ello, convendría evitar algunos descuidos ortográficos como el “así mismo” (pág. 137) o el “tan bien” (pág. 49).

Casi me caigo de culo al penetrar en el mundo de este autor. Menos mal que dejé a un lado todos los prejuicios. A esa particular verborrea que se gasta, muy del gusto de escritores como Eduardo Mendoza, se une esa violencia inocente de las películas de Charlot y de los tebeos de Ibáñez. Tan inocente como necesaria en una sociedad cada vez más hipócrita. Como Tío la Vara, el mítico personaje creado por José Mota, Rodrigo del Lago da mamporros a diestro y siniestro a una humanidad que discrimina al débil y al distinto. Saca auténticos diamantes de la basura. Me viene a la cabeza Rodolfo, el ser más patético que haya sido descrito jamás y que en manos de este escritor se convierte en alguien luminoso.

Su pluma es capaz de convencerte de que el humo deja en el aire un poético carajo, de que un estudiante vende sus chuletas a precio de oro, de que la gente confunde a un feligrés barbudo con un peligroso talibán. Es un artista del malabarismo, del más difícil todavía. Y sale indemne de sus piruetas. Todo ello aderezado con el espíritu nostálgico que palpita en el libro. Se mitifica la España de los ochenta, cuna de las mirindas, Naranjito, Paco Martínez Soria, Espinete; marcada por alguna serie extranjera como la mítica Fama o Corrupción en Miami; devoradora de películas de la talla de Regreso al Futuro, La Guerra de las Galaxias, Grease…

A partir de hoy, guardaré este libro en la vitrina de mi corazón, ésa que dedico a los escritores míticos. Los únicos que han logrado que suelte la carcajada. Dos frases me devolverán siempre la sonrisa: “¡Tía, dime quién es tu ginecólogo para que le chupe el dedo!” y “…una insaciable putarraca desquiciada”.

HISTORIAS PARA NO DORMIR

Junio de 2009. Álvaro de la Riva publica Descuentos Increíbles en la editorial Atlantis. Seis meses después, en plenas Navidades, el libro cae en mis manos.

De entrada, me ha servido para soportar mejor estas fechas mortalmente aburridas. Y es que, empleando un símil con el genial Chicho Ibáñez Serrador, nos encontramos ante historias que no te dejan conciliar el sueño.

Quien tampoco descansa en paz es Chanquete, el entrañable personaje de la serie de televisión Verano Azul, o al menos eso cuenta Rodrigo del Lago en su novela Chanquete Resurrection (Atlantis, 2006), una de las parodias más memorables que recuerdo.

Rodrigo del Lago, Álvaro de la Riva y un servidor nacimos en la década de los setenta y, por tanto, crecimos con esta mítica serie. De ahí que me tome la libertad de bautizarnos como “Generación Chanquete”. Una hornada de literatos que carecía del despiporre de la playstation, pero que ya disfrutaba de las mieles de la caja tonta.

Y eso se palpa: no somos gente seria. Tampoco hemos tragado ningún diccionario. Más bien tragamos demasiadas series estúpidas: Kung Fu, El Coche Fantástico, Luz de Luna…

Afortunadamente, aún escribimos con un mínimo de corrección. Nuestros profesores fueron los últimos que se preocuparon de inculcarnos las reglas gramaticales y ortográficas.

Vampiros, brujas, fantasmas, seres de otra dimensión… Y dice la editorial en la contraportada que estos relatos producen diversión. ¡Lo que provocan son escalofríos! Unos deliciosos escalofríos. He aquí algunas piezas que hielan la sangre: Quirófano (el amor posee un lado tenebroso, envidiablemente metaforizado en este cuento, que no debería cruzarse alegremente), El renuente (el amor es más poderoso que la muerte e incluso la sobrevive), Naufragio (el único relato puramente humorístico del libro, aunque en mi opinión esconde una realidad aterradora. ¿Qué será del castellano de aquí a unos años? ¿Cómo serán los futuros escritores?), El chico junto a las vías (relato sobrenatural que describe a la perfección la felicidad del auténtico solitario y su incertidumbre ante el futuro: los edificios que le tapan el atardecer), Yo Maru (el relato más terrorífico que jamás haya leído, aderezado con un final francamente de cinco tenedores. Esta historia de odio entre madre e hijo recuerda al mejor Lovecraft), Némesis (un relato de venganza, muy al estilo del “Hop-Frog” de Poe, esta vez con un ermitaño como protagonista).

Después de tanto monstruo, la conclusión a la que llega Álvaro de la Riva, como cualquier mortal, es que ellas pueden llegar a ser las criaturas más crueles. Déjense engatusar por este escritor novel.

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