Primero fue: «Niño, no cojas cosas del suelo». Guardaba en los bolsillos restos de naufragios como un Cousteau de ciudad, pipas para comérselas luego y alguna materia pringosa en descomposición. Luego empezó a profesionalizarse: tatuajes, pegatinas, juguetes, un billete premiado con cinco euros. Eran las típicas bagatelas que no hacen daño a nadie y cambié de estrategia: «Niño, pide permiso». Cuando encontró a su padre, desaparecido desde que fue a comprar tabaco una Nochebuena, no me quedó más remedio que aceptarlo. El chico poseía un don. Ahora que él ha vuelto a largarse, le digo: «Hijo, coge lo que valga la pena».
Finalista en el V Concurso Autonómico de Microrrelatos Té con Tagore.
Exquisito.
ResponderEliminar¡Cuánto se llega a expresar con "poco texto"!
Abrazo.
Muchas gracias, menos es más.
EliminarUn abrazo.
Delicioso
ResponderEliminarMe motivas, muchas gracias.
EliminarUn abrazo.
Ahí, ahí.
ResponderEliminarSigo la senda impía, maestro.
EliminarUn abrazo.
Un final certero, precedido de una buena pedagogía. Enhorabuena por el reconocimiento.
ResponderEliminarUn abrazo.
Gracias. Me costó mucho tiempo dar con el final adecuado.
EliminarUn abrazo.
Tiene un gran simbolismo, me gustó mucho cuando lo leíste en la entrega de premios. Un fuerte abrazo
ResponderEliminarNo es fácil, tú lo dijiste. Ahora toca escribir algo sobre aquella cubana deslenguada.
EliminarUn abrazo fuerte.