Va por ella.
A mí nunca me han gustado los perros. Me cuesta un mundo acariciarlos; quizá sea la falta de costumbre. No soy el único. Me consta que hay muchos que las pasan caninas. Incluso peor. Creo que en las escuelas se debería educar esa parte animal que todos llevamos dentro.
De todos los chuchos que he tenido el disgusto de encontrar en mi vida, Luna era el más astuto. Jamás me pidió una caricia. Yo no era su dueño; sólo pasaba por allí de vez en cuando. Creo que fue esa resignación lo que acabó derribando los muros infranqueables de mi antipatía.
La otra madrugada dejó de latir su corazón. Le explotó en el pecho. Lo tenía demasiado grande. Tanto que jamás me pidió nada. Bueno, sí, algo de desayunar por llevarme la contraria.
Felicidades, Jose, siempre es una alegría ver tu trabajo publicado. Deberías ponerlo de nuevo, ahora mismo no recuerdo cuál es.
ResponderEliminarUn abrazo.
Ah, sí, sí, me acuerdo muy bien (ya lo he vuelto a leer). Es una historia muy tierna y con mucho corazón (aunque uno haya dejado de latir).
ResponderEliminarFeliz día.
Me alegro inmesamente de tu nueva colaboración en otro libro. Yo lo volvería a traer a cabecera insertándolo en esta misma entrada.
ResponderEliminarOye, cuidadito y que la fama no se te suba a la cabeza ja,ja,ja.
Un abrazo de felicitación.
De vez en cuando, Maribel, es interesante que te publiquen algo, aunque sean pequeñas cositas. Así, como en el chiste, me voy quitando el vicio de escribir poco a poco.
ResponderEliminarUn abrazo.
Si me ocurre eso alguna vez, Alicia, te doy permiso para que me pegues dos yoyas.
ResponderEliminarPero no me va a ocurrir.
Un abrazo.
ENHORABUEEEEENA, Jose Antonio, estás que te sales.
ResponderEliminar¡Cómo me alegro! Sobre todo porque sabes que me entusiasmó este texto. Un gran corazón bajo la máscara de crápula...no engañas a nadie.
Continua cosechando éxitos, te lo mereces. Qué orgullosa estoy de todos vosotros...
Besos y un fuerte abrazo.
Nunca me han gustado los perros y, mira tú por donde, le cogí cariño al animal. Ahora quedará un recuerdo en esta antología, que ya me falta menos para chuparle la bota a Sánchez Dragó.
ResponderEliminarUn abrazo.