sábado, 22 de octubre de 2016

EL SEÑOR (11)
























—Estoy más aburrida que una ostra —comenta Nuria.

Nuestro pequeño piso de alquiler se ha convertido en un refugio pero también en una cárcel. Desde que hablé con el mayordomo, tenemos cuidado de no llamar la atención. Recuerdo claramente sus palabras: «La invisibilidad es un don, pero también puede destruirte con la facilidad que cae un castillo de naipes». No se refería a él, claro está, un simple sirviente con la preciosa virtud de saber guardar un secreto.

—Salgamos a pasear —propongo.

—Pero sin hacer tonterías —advierte Nuria—, que aún no me he quitado de la cabeza lo que te dijo el mayordomo.

Sebastián entró al servicio del señor cuando el aristócrata aún tomaba una copa de jerez todos los días. Sentado en su querido sillón orejero junto a la chimenea encendida, vaciaba la copa y se le desataba la lengua. En una de esas ocasiones, le contó el motivo por el que no salía nunca. Había gozado de todos los placeres habidos y por haber. Había, incluso, cambiado el curso de la historia reciente. Se sentía exhausto y, al mismo tiempo, culpable de que su poder de volverse invisible le hubiera dominado. Para librarse de la herida luminosa, debía legarla a un mortal capaz de merecerla.

Me escogió a mí.

Una mujer sería más prudente.

La luna llena lame con su luz las aguas del puerto. Lanzo piedras contra una quietud que asusta.

—¿Te das cuenta de que se nos puede ir la olla como a Michael Jackson con la fama? —interrumpe Nuria el chapoteo.

—Nada malo sucederá si permanecemos juntas.
            
En el fondo, intuyo que cuando a mi amiga se le pase el susto volverá a las andadas. Añora cometer actos impuros.

2 comentarios:

  1. La impunidad siempre es peligrosa. No creo que existan muchas personas con la cabeza bien amueblada, de lo contrario, no sucederían las cosas horribles que suceden. Esto avanza.

    Un abrazo.

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    1. Cierto, amiga. El sueño de la razón produce monstruos. Sin embargo, en manos de unas simples mortales puede producir diversión sin límites.

      Un abrazo.

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