miércoles, 29 de marzo de 2017

EL SEÑOR (12)






















Resulta alarmante la rapidez con la que el dinero vuela, pero más alarmante es lo poco que hemos tardado Nuria y yo en abandonar la discreción.

El banco está enfrente de nuestro piso de alquiler. El casero ya nos ha advertido de que le debemos dos meses.

—Si se lo pidieras a tu marido, Tina, yo creo… —comenta Nuria mientras bajamos en ascensor.

—Bastantes problemas tiene Pedro como para que, encima, le saque los cuartos. De esta salimos tú y yo solas.

La puerta del ascensor se abre, pero Nuria ya no está conmigo. Salgo a la calle, cruzo la avenida, me detengo ante la puerta del banco. Un camionero lanza un silbido agudo y, a los cinco segundos, un piropo obsceno hacia mi persona. Me ajusto un poco la minifalda.

El banco dispone de tres cajas donde la gente puede efectuar sus operaciones, pero en ese momento sólo hay una operativa con la consiguiente cola. El resto del personal debe de estar almorzando. Ojalá Nuria tenga paciencia, pues ya llevo cuarenta minutos esperando a ser atendida.

—Por favor, pasen por aquí —dice un tipo calvo que acaba de abrir la caja número dos.

Como una flecha, me planto frente al tipo calvo y pido una barbaridad de dinero con una cartilla falsa. El estúpido dice: «Me temo que, al pertenecer a otra entidad, tiene que ir a la caja de no clientes».

Nuria entra en juego, pues al tipo le cambia la cara. Puede que incluso se esté meando en los pantalones cuando afirma con un hilo de voz: «Claro, no faltaría más». Y mira asustado a todas partes.

Yo también me vuelvo invisible destrozando el bolígrafo con cadenita que me tiende para firmar el documento. Las dos salimos con una sonrisa de clientas satisfechas.

2 comentarios:

  1. Jajaja! Qué bueno, ser invisible y entrar en un banco a hacer travesuras...qué felicidad! Al pobre tipo no se le quitará el susto en bastante tiempo je,je.
    Un beso

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    1. Es el sueño lúbrico de cualquier cliente de banco mientras hace cola. La literatura tiene ese punto gamberro que desahoga una barbaridad.

      Un abrazo.

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