jueves, 4 de diciembre de 2014

LA CARRETERA

















     El niño se había quedado impresionado.
     No sólo porque era veinticuatro de diciembre y los obreros seguían trabajando a las diez de la mañana para terminar la carretera, sino principalmente por ese material de luto que utilizaban.
     Él creía en los Reyes Magos, desde luego, pero jamás había visto una cantidad tan grande en manos de tan poca gente. Así que dejó a un lado su timidez y se puso a observar descaradamente a uno de los obreros, un sudamericano.
     El hombre estaba muy moreno y tenía cara de pocos amigos. Sin dejar de extender el alquitrán con una escoba, le preguntó con ironía:
     —¿Qué pasa, muchacho? ¿Te has perdido? ¿Buscas a tu papá?
     —No, señor —respondió.
     —Entonces, ¿qué quieres? Tengo mucho trabajo. El patrón dice que o acabamos esta carretera o nos quedamos sin día de Navidad.
     —Toma —dijo el niño tendiéndole su osito de peluche.
     —Te lo agradezco mucho, pero...
     —Es mi juguete preferido.
     —¿Qué pasa, niño? ¿Me ves cara de necesitar limosna o qué? —dijo enfadándose el obrero.
     —Acépteselo —intervino un hombre de mediana edad que pasaba por allí—. No todo el mundo hace un regalo así, y menos en Navidad.
     —Es que no lo comprendo —se defendió el obrero.
     —No hace falta comprenderlo.
     Y el obrero se quedó con el peluche.
     A la mañana siguiente, la madre vio al niño un tanto aburrido y le preguntó por el osito de peluche.
     Éste respondió que se lo había regalado a un señor que estaba haciendo una carretera. Una gigantesca carretera de carbón.
     —¿De carbón? —se extrañó la madre.
     —Deben de haber sido muy malos para recibir tantísimo carbón —añadió el crío pensativo.

Publicado en la revista Alicante Opinión.

Vareando Nubes

Atlantis, 2012

10 comentarios:

  1. Es fantástico poseer la capacidad de retroceder en el tiempo para recuperar la mirada infantil, o tal vez sólo se trate de voluntad. Alguien debería explicárselo al obrero amargado; el oso podría ser un buen emisario, si algún mago tuviera a bien dotarle de la facultad del habla...

    Un abrazo.

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    1. El obrero se comporta como un crío, y el niño razona como un adulto. Yo creo que todos tenemos algo de los dos.

      Un abrazo.

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  2. Siempre tiernas y admirables las ocurrencias de los niños. Recuerdo muy bien este relato de "Vareando nubes" que, además, es el que abre el libro, y los primeros relatos, como los primeros amores, nunca se olvidan.

    Un abrazo.

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    1. Tuve muy claro siempre que este relato encabezaría el libro. Sigo pensando que quien pierde la inocencia del todo se convierte en una mera carcasa.

      Un abrazo.

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  3. Cómo olvidar este relato lleno de ternura y de esa empatía que, por desgracia, se pierde con la edad. Un gesto sencillo puede significar mucho en la vida de los demás. Ojalé el obrero lo sepa apreciar.

    Gracias, Jose, por volver a traerlo.

    Besos y abrazos.

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    1. En un mundo donde se dicen tantas palabras vanas, y más en Navidad, un gesto puede cambiar la trayectoria de un meteorito.

      Un abrazo.

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  4. Jose, todo un acierto el haber traído este cuento a casa por Navidad. Una pena que con el paso de los años el ser humano se vaya convirtiendo en menos magnánimo rayando, en algunos casos, el egoísmo.

    Me encantó este cuento.

    Un abrazo.

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    1. Yo creo que vamos enterrando bajo diversas capas el niño que llevamos dentro. Conservarlo en su justa medida, aunque parezca una contradicción, es signo de saludable locura.

      Un abrazo.

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  5. A mi me encanta la mirada de los niños, en todos los sentidos. Es un cuento esperanzador, creo yo... porque, aún en las labores más tristes del espíritu (qué puede ser más triste que confeccionar un camino largo, larguísimo de carbón) siempre hay un lugar para la inocencia. No dejo de pensar, por otro lado, qué divertido sería caminar sobre un extenso sendero de carbón e ir trazando dibujos con los pies... sería como un grabado de nuestra vida... pero en blanco y negro.

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    1. En efecto, Laura, siempre queda un hueco para la inocencia. Los adultos preferimos la comodidad de una carretera de carbón, de un camino trazado. Preferimos creer en sandeces como la lotería antes que en Papá Noel. De locos.

      Un abrazo.

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