En pleno año electoral, donde hasta las piedras hablan de política, huir de la realidad mediante la lectura apetece un montón. Sin embargo, leer a José Ángel Ordiz no te ofrecerá ese chute que tanto anhelas de fantasía. No es Laura Gallego, vaya. Por el contrario, llegarás a la nada agradable conclusión de que el ser humano es corrupto por naturaleza y tiende al mal. Quizá ya lo sospechabas después de oír las noticias.
En su última novela, Circo (Liber Factory, 2015), tendrás más de un ejemplo para mirar a tus semejantes con una nueva dosis de recelo. Puede que detrás de esa ancianita simpática que cruza la calle se esconda una asesina implacable. Tal vez ese circo que llega a tu ciudad y se asienta en cualquier descampado no resulta tan amable ni tan bonito como parece. Ordiz nos revela su trastienda, las sombras que se ocultan tras la luz de los focos y el maquillaje de los payasos.
Caramuerto, uno de los miembros, encuentra colgado en su caravana al enano Marcial. Este antiguo payaso ganó un buen pellizco en la lotería, pero la morriña por la vida circense le hizo regresar junto a sus compañeros. Desde entonces, financia el circo al tiempo que no disimula su adicción a las drogas ni su atracción por las niñas. Cualquiera puede haber asesinado a un personaje tan abyecto como atractivo. Pero nadie habla, porque todos ocultan algo de lo que avergonzarse. Gustavo Vidal, el director, que la sobrina le «incendiaba el sexo». Hugo, el lanzador de puñales, el vicio del juego. Serena, su mujer, la falta de valor para abandonarle.
El estilo de Ordiz —puro nervio de oraciones breves, concisas, de diálogos lacónicos— es seco, abrupto como el escenario donde se desarrolla la novela: «… la población costera lamida y roída por el Cantábrico». La obra sigue el orden lógico de una función: presentación, actuaciones y despedida. El autor no usa capítulos sino asteriscos para separar los fragmentos, algunos de apenas media página.
Habría que estar loco para no admirar en Circo que nada sobra, nada falta. Que menos es más. Que es literatura sin concesiones, sin pelos en la lengua, sin tapujos. La recorre de cabo a rabo un pesimismo hacia el género humano que esconde un gran amor por la humanidad: «Tantos que beben para olvidar y tú lo recuerdas todo cuando bebes».
Me gusta leer todo tipo de géneros siempre que estén bien escritos, así que tendré en cuenta esta novela y a su autor del que no he leído nada.
ResponderEliminarOrdiz tiene tan claro lo que quiere contar que no emplea una palabra de más ni una de menos. Muy recomendable para nosotros, los cuentistas.
EliminarUn abrazo.
Precisa reseña, José Antonio (has capturado el alma de la historia, su esencia). Con tu permiso o sin él la incorporo de inmediato a mi blog de wordpress (mira que está dando de sí nuestro breve encuentro en Valencia, ¿verdad?). Y es que nunca se sabe, amigo, nunca se sabe. Un abrazo de los fuertes.
ResponderEliminarAún te debo un relato sobre ese par de personajes patibularios que se sentaron en los últimos asientos. ¿Te acuerdas? Qué surrealista. Me alegra haberme acercado con la reseña al espíritu de la novela. Un placer, amigo.
EliminarUn abrazo.
Claro que me acuerdo. Nadie nos creerá, pensarán que es una ficción más de las nuestras. Será un placer leer lo que escribas sobre el asunto si algún día te decides. Abrazo, claro.
ResponderEliminarAh, que puse en mi blog otra reseña tuya sobre Las luces del puerto (con lo que me cuesta a mí hablar de libros, más allá del me gusta o no me gusta, y lo bien que se te da a ti). Bueno, pues eso. Hasta la próxima.
La historia de la extraña pareja se está cociendo a fuego lento. Ojalá algún día esté lista y pase el examen de mi mujer.
EliminarGracias por haber hecho tuyas mis humildes reseñas. Es un placer hablar del trabajo de los compañeros.
Un abrazo.
Interesante reseña, José Antonio, y que anima a adentrarse en ese mundo, el del circo, donde todo es posible y nada es lo que parece.
ResponderEliminarGracias por la recomendación y enhorabuena al autor. Le deseo el mayor de los éxitos.
Besos y abrazos a repartir entre ambos.
La historia es dura y, lo que es más importante, no concede un solo respiro al lector. Sin embargo, la recorre una ternura especial.
EliminarUn abrazo.
Me ha parecido un argumento muy intersante. Y el estilo que describes de Ordiz me va, sabes que no me gustan los rellenos, sino la precisión y la concisión. Lo tendré muy en cuenta. Enhorabuena a ambos.
ResponderEliminarUn abrazo.
La literatura de las librerías la veo literatura de relleno. Cientos y cientos de páginas que, a las pocas semanas, serán reemplazadas por otro mamotreto más. Qué fácil escribir y qué difícil emocionar.
EliminarUn abrazo.