lunes, 31 de octubre de 2011

HALLOBLOGWEEN


BRUTAL DELICADEZA
Con treinta y siete años recién cumplidos, a mi novia le siguen saliendo unos granos horriblemente purulentos. Por eso, he tomado la iniciativa de abrirle los poros con un punzón. Está la mar de contenta.




*Fotograma de la película La máscara del demonio (Mario Bava, 1960).

martes, 25 de octubre de 2011

DE CHARLA


















Voy a presumir un poco: el otro día estuve tomando café con la escritora ilicitana Maribel Romero.

No voy a entrar en detalles sobre el encuentro; eso pertenece a nuestra esfera privada. Sin embargo, captó poderosamente mi interés una palabra que Maribel empleó y, pese a conocer la respuesta, no pude evitar la tentación de consultar para asegurarme: «¿Se dice “imprimido” o “impreso”?». Ella contestó con la amabilidad que la caracteriza: «Creo que es correcto de las dos formas».

No pocas veces, habréis oído a alguien que pretende dárselas de culto regañar a otro en estos términos: «¡“Imprimido” nooooooo; se dice “impreso”!».

Esto es un falso mito, una especie de perversión ortográfica. Como bien apunta Maribel, y ratifica la Real Academia Española, el participio de "imprimir" se puede hacer de las dos maneras: "imprimido" o "impreso". Va en gustos.

Personalmente, prefiero decir «he imprimido el cuento de Blancanieves». Me parece más natural.
No obstante, como le ocurre a Alicia, nunca sustituiría «una novela impresa por el mejor ebook del mundo».


martes, 11 de octubre de 2011

COLUMPIO ASESINO

















Recuerdo que Alfonso y yo navegábamos por la red cuando tropezamos con un concierto en Alicante de un grupo llamado El Columpio Asesino. «¡Vaya con el nombrecito!», pensamos en voz alta. Luego pinchamos en «Toro», el videoclip que ilustraba la noticia. De éste nos llamaron la atención dos cosas: el desenfado de las letras y lo pegadizo de la música. De hecho, nos dimos un atracón a reír con el fragmento «yo te pintaré un bigote / necesito un buen azote».
            
«Toro» es uno de los nueve cortes de Diamantes (Mushroom Pillow, 2011), el cuarto disco de los pamploneses El Columpio Asesino. Componen una música inclasificable que va desde el rock al punk, con un estilo muy personal donde mezclan la electrónica y los sintetizadores. No es de extrañar que la estética de «Toro» sea muy oscura y ochentera, inspirada en grupos como Depeche Mode, los padres del rock electrónico. Sus letras hablan de incomunicación y de alejarse de estereotipos.

Ahora no me puedo despegar de escucharlos. Eso por reírme. Alimentarán el gótico que lleváis dentro, con un toque de simpatía. Lo mejor de la escena musical independiente.


sábado, 1 de octubre de 2011

KAF CAFÉ

















Los pasados 22, 23 y 24 de septiembre presenté en Valencia tres novelas de la editorial Atlantis: El vínculo de Noah, de Francisco Puchades; El cazador de zombis, de Javier Guillén; y Asesinos invisibles, de Chelo Rodríguez. Los actos tuvieron lugar en el emblemático Kaf Café, un rincón bohemio que atesora en sus estanterías cientos de libros antiguos, recordándonos que la literatura y la gloria pocas veces fueron de la mano.

Mi mujer y yo llegamos a Valencia con el tiempo justo para la presentación de El vínculo de Noah. Charlé unos minutos con Francisco Puchades, que me confesó que por deferencia a la editorial madrileña había preparado su discurso en castellano. No podía saber que soy alicantino y que, por consiguiente, entiendo perfectamente el valenciano.

Sebastián, el dueño del Kaf Café, se acercó a saludarme. Su acento uruguayo es terrible, pero su mujer prepara unos bocadillos deliciosos. En todo momento nos hicieron sentir como si estuviéramos en casa.















También nos visitaron los compañeros de radio Godella. En principio, sólo iban a cubrir El vínculo de Noah, pero les comenté que las siguientes novelas también eran de género fantástico, de modo que acabaron grabando un monográfico para su programa de misterio La hora de Kayako (98.0 FM). Podéis escucharlo si pincháis el enlace.

Si El vínculo de Noah es una novela de vampiros y demonios que tiene su principal hallazgo en la posesión diabólica de la protagonista, El cazador de zombis es una parodia descacharrante de las novelas de muertos vivientes. Platiqué un rato con su autor, Javier Guillén, antes de que vinieran a llevárselo… sus familiares. Me lo devolvieron ocurrente, casi en estado de gracia. Parecía Eva Hache en El club de la comedia. Se metió al público en el bolsillo.

















Gracias a Javier Guillén, afronté la última presentación algo más relajado. La autora de Asesinos invisibles, Chelo Rodríguez, coincidió conmigo en que los escritores no solemos ser buenos comunicadores. Sin embargo, sus palabras tocaron la fibra de más de uno. Incluso desafió al público diciendo: «Quien no sienta algo al leer Asesinos invisibles es que tiene un problema».

Han sido días muy intensos, tanto que la vuelta a la rutina se me ha antojado insoportable. Me queda la satisfacción del trabajo bien hecho, el haber conocido a gente como Luis, de radio Godella, con quien compartí las horas muertas (nunca mejor dicho). Me quedan los ratos que pasé leyendo, aprendiendo, disfrutando. Espero que Noah jamás se libere del demonio de la literatura.

jueves, 15 de septiembre de 2011

PORTUGAL

















Cuando Alicia atravesó el espejo se sintió un poco como yo cuando crucé la frontera de Portugal. El portugués te entiende y tú le entiendes a él, y eso te hace sentirte como en casa, pero no debes olvidar que Portugal no es España. El portugués se toma su tiempo para realizar cualquier tarea, desde preparar un café a hacer el amor, algo que puede exasperar a más de un turista pero que debe dejar encantadas a las portuguesas.

La lluvia también se hizo de rogar y acompañó nuestra llegada a Fátima, donde se ubicaba el hotel, y nuestra visita a la ciudad de Coímbra. El frío determinó mis primeras compras: una chaqueta con forro polar y calcetines.

La Universidad de Coímbra es una de las más antiguas de Europa. Muchos jóvenes vienen de otras ciudades de Portugal e incluso del extranjero para estudiar en ella. No me extraña. Las diferentes facultades y las esculturas que las jalonan son colosales. Cruzo mis primeras palabras con la guía, que me sonríe mientras piensa en otra cosa. Los demás viajeros aún son desconocidos para nosotros, aunque no por mucho tiempo.

Un estudiante de Coímbra se deja fotografiar con el traje típico, del que brilla especialmente una señorial capa. Dicen que los que tienen novia exhiben un desgarrón en el centro de la capa. Si cortan con la muchacha, deben coser el desgarrón con el hilo del color de su facultad. Por lo visto, es más fácil conocer el expediente amoroso de un estudiante que el expediente académico. En esto no distan mucho de los universitarios españoles.

Tomo notas en el autobús que nos lleva de un sitio a otro, y cuando levanto la vista constato que hay mucha gente mayor. El conductor es un argentino que pilota bien, aunque se pierde por las rotondas y las mujeres. La guía sabe pararle los pies de forma discreta pero contundente.

En las playas de Nazaré aprovechamos un descanso para refugiarnos en una cafetería, donde los jóvenes y no tan jóvenes que formamos el grupo improvisamos una reunión de urgencia. Dos de ellos —aún no sé sus nombres— piden crepe con helado. Parece que quieran perderse el delicioso bacalao que el hotel sirve diariamente.

Nuestro hotel se llama Casa Victoria, y la mayoría opina que no es de recibo quejarse por la ganga que hemos pagado. Las habitaciones son limpias y muy confortables. El recepcionista funciona a pilas. La comida, como ya he dicho, no es demasiado variada. Eso sí, todos los días hay vino en la mesa.

Y es que nos encontramos en Fátima: lugar de oración y peregrinaje. Aquí no paran los ricos. Oigo los cánticos y las campanas desde mi habitación, mientras leo El País como si fuera un tesoro. Los hermanos Gasol han conseguido una victoria más de España en baloncesto.

A partir de ahora se suceden las jornadas maratonianas. Todo se mezcla en mi cabeza. En Lisboa, la capital del fado, deseo bajarme del autobús y escapar en uno de esos tranvías que en Portugal llaman «eléctrico». Mi mujer sorprende mi ataque de melancolía y se burla cariñosamente.

Casi nos arrastran a punta de pistola a probar los pasteles de Belém, el barrio histórico de Lisboa. La duna en la que se asienta preservó la mayoría de sus edificios del terremoto de 1755.

Los lisboetas son un poco envidiosos. El Puente 25 de Abril imita al Golden Gate de San Francisco. Existe un Cristo similar al de Río de Janeiro en lo alto de una de las siete colinas que rodean Lisboa, como si ambos países, Brasil y Portugal, se dieran la mano.

Visitamos el monasterio de los Jerónimos, donde los sarcófagos del navegante Vasco de Gama y del poeta Luís de Camões descansan sobre leones. Camões escribió en 1572 Os Lusíadas (Los hijos de Luso), una epopeya en la que narra la historia de Portugal. Vasco de Gama descubrió una ruta de las especias hasta Asia. Ambos aparecen en el Monumento de los Descubridores, uno de los símbolos más famosos de Portugal.

Comemos en el restaurante «La Valenciana» bacalao desmenuzado con patatas al horno, mientras desfilan unas sospechas bandejas de pollo que algún listillo se ha pedido alegando misteriosas alergias.

Por la tarde, paseamos por la Boca do Inferno, unos acantilados la mar de sugerentes para un película de terror. De haber sabido de su existencia, Hitchcock habría rodado aquí «Vértigo».

Nos dan el día libre. Unos lo aprovechan para dormir, otros para visitar las cercanas cuevas de Amoneda. Algunos empezamos a trabar cierta amistad. Vidal, albañil de vocación, y un servidor nos proponemos la difícil tarea de encontrar un bar en Fátima. Porque hay que decir que los de aquí viven por y para la venta de objetos religiosos.

Esa noche, disfrutamos de unas horas de distensión en el recóndito pub «Jazmín». Además del citado Vidal, nos acompañan Juan y las Almudenas, Sergio y Crisbel (una joven pareja tinerfeña) y María Bueno.

Oporto, la segunda ciudad en importancia de Portugal, me cautiva más que Lisboa. No sé, puede que sea el carácter de su gente, más abierta y alegre de lo que suele ser común en tierras lusas. Quizás sea la imponente belleza del río Duero, nacido en Soria, surcado por unas embarcaciones típicas llamadas rabelos.

Visitamos la Catedral de Oporto, una mezcla de estilos. Su oscuridad interior se la debe al románico, su extraordinario rosetón al gótico y el recargado estilo decorativo en pan de oro al barroco. Toda una delicia para los sentidos.

Me pierdo en la librería Lello, que tal vez no les diga nada, pues se la conoce más como la librería de Harry Potter. Dicen que J. K. Rowling se inspiró en ella para la creación de su famoso personaje.

Nos relajamos en «El Majestic», la cafetería más antigua de Oporto. Un café cuesta dos euros, pero merece la pena realizar este viaje en el tiempo hasta 1921, la fecha de su fundación.

De camino al monasterio de Alcobaça, la guía nos relata la trágica historia de amor del rey don Pedro y doña Inés de Castro. Doña Inés era la dama de compañía de doña Constanza, futura esposa de don Pedro. El padre de don Pedro se entera de los amores de éste con doña Inés y la manda asesinar. Tiempo después, cuando don Pedro sucede a su padre en la corona, ordena exhumar el cadáver de su amada. Entonces toda la corte es obligada a desfilar y besar la mano cadavérica de doña Inés, para proclamar así que es la auténtica reina.

Con esta truculenta historia, admiro si cabe más los sepulcros de don Pedro y doña Inés, situados en la iglesia del monasterio. Sergio capta con su cámara las figuras talladas en piedra de dos hombres dándose un pico en una de las tumbas. Me sugieren que el amor no entiende de fronteras.

Al día siguiente, nos levantamos a las cinco y media de la mañana. Nunca había madrugado tanto. Duermo hasta la frontera de Portugal, suscitando la razonable envidia de Vidal. La noche anterior nos acostamos tarde, bebiendo y charlando en nuestro querido pub «Jazmín».

Los estómagos no están para muchos trotes, así que improvisamos un picnic en el césped de un restaurante de Extremadura. A partir de ahora comienzan las inevitables despedidas, que intento distraer con la música del mp3. Llevo «Diamantes», el último LP de El Columpio Asesino.

De entre todos los diamantes de Portugal, una imagen se resiste a desaparecer. En el trenecito de Fátima cantando la canción de Los Mosqueperros…

Eran uno, dos y tres... Demasiado olor a cirios.

martes, 30 de agosto de 2011

HASTA LA VISTA
















No sé si vosotros, pero a mí esta mujer, Teresa Salgueiro, me tiene hechizado. Esto viene a cuento porque en unas horas me marcho a Portugal, y tengo ya la cabeza en otra parte. Allí pienso hacer de todo menos leer, escribir o dar clase. Espero enderezar algunas tuercas que tengo flojas. El resto ya os lo contaré cuando vuelva. Hasta la vista.

martes, 16 de agosto de 2011

CUESTIÓN DE GUSTOS

Claudia era una atractiva doctora de treinta y ocho. Aunque éramos vegetarianos, basábamos nuestra relación en la carne.
Devorándonos una tarde en su apartamento, le pregunté por qué era tan reacia a la práctica del sexo anal.
—Tómate esta pastilla y ven a mi consulta mañana temprano —dijo de forma enigmática.
—¿Qué es? —pregunté receloso.
—Tranquilo, es absolutamente inofensiva.
—¿Estás loca? —la increpé a la mañana siguiente—. Me duele el alma. ¿Por qué me das una lavativa?
Fue taxativa:
—¿A que jode?

martes, 2 de agosto de 2011

LA MADRE

Mi peluquero habitual perdió a su madre de la noche a la mañana, así que mientras me cortaba el pelo le sugerí:
—Si quieres te presto a la mía.
A lo que contestó:
—Déjalo, no te molestes.
—No es molestia —insistí—, seguro que a ella le encantará la idea. El otro día me dijo que era como si no tuviera hijo. Son las cosas de pertenecer a un grupo naturista.

martes, 26 de julio de 2011

MENOS ES MÁS















Hace tiempo que me pregunto por qué la gente se lleva a la playa Los pilares de la tierra, de Ken Follett, y no los microrrelatos de Aster Navas. Les diré lo que creo: en verano, cuanto más larga y enrevesada la trama de una novela, mejor. El objetivo: no pensar.

Los microrrelatos incluidos en Cuentos para leer en el ascensor (issuu, 2011) son, ni más ni menos, una encerrona para el que los lee. Te obligan a sentir, a dejarte la piel en cada palabra, a hacer un esfuerzo intelectual y emotivo. Incluso cómplice.

Nadie es capaz de quedarse indiferente ante estas cápsulas de vida, que dejan el sabor duradero de una buena taza de café.

Siguiendo la estela marcada por su anterior libro, Cuentos para esperar en los semáforos (Repélaga, 2009), Aster Navas nos invita en «Pura cortesía» a ser testigos de cómo una frase hecha se convierte en realidad, al más puro estilo Cortázar.

Además de reflexionar sobre el lenguaje y cómo nos afecta, el autor también aborda temas universales: el paso del tiempo, la muerte digna, la soledad, el amor, el absurdo de la existencia. De vez en cuando, se permite una pincelada de humor para recordarnos que aún queda «Misericordia» en el mundo, y que si no nos reímos un poco de nosotros mismos estamos perdidos.

No conozco a ningún escritor tan minimalista ni a nadie que diga tanto en tan poco espacio. Lo que otros explican en cien páginas, Aster Navas lo cuenta en una sola línea. Pero esa única línea puede convertirse en un best-seller.

lunes, 18 de julio de 2011

TESORO
















En la casa de empeño, saqué ocho piedrecitas del bolsillo y se las entregué al tipejo con cara de mafioso.
—Estará de broma, ¿no?
—Ahí fuera dice máxima tasación.
—Esto no vale una mierda.
En el parque infantil, se las di a un ángel con instrucciones precisas para que descalabrara a Alfonso, mi hijo, a quien previamente se las había robado. No volví a verlas.



miércoles, 6 de julio de 2011

TRÁGICO CONEJO



El pasado 30 de junio presenté en el Ateneo Científico y Literario de Alicante la novela Trágico conejo (Atlantis, 2011), del jovencísimo Lex B.

Durante la charla previa que mantuve con el escritor en una cafetería próxima al Ateneo, pudimos compartir impresiones sobre la novela y sobre la literatura en general. Allí me dijo algo en lo que estoy plenamente de acuerdo: no hay que dejar nunca de aprender. Y en este oficio, menos.

Media hora antes de la presentación, decidimos dejarnos caer por el Ateneo para la primera toma de contacto. Allí aguardaban al autor su familia y amigos. Lo dejé solo.

Lex y yo coincidimos de nuevo en la mesa de conferencias, donde nos recibió un tímido aperitivo consistente en un par de botellines de agua y unos vasos de plástico. El público nos miraba fijamente como si alguien lo hubiera sometido a un ritual vudú. El aire acondicionado brillaba por su ausencia.

Hice una breve introducción: «Dylan Graves ha viajado a Sunday Flowers a dejar un bonito cadáver, pero “el jodido del León de Narnia” decapita a una bailarina sobre el escenario del Magnolia, un local de jazz. Es el comienzo de una pesadilla que le persigue sin descanso». Lex, con una envidiable facilidad de palabra, desgranó uno por uno los pormenores de su novela. Por si hubiera alguna duda, aclaró que el personaje crápula de Dylan no es autobiográfico, pero matizó que le gustaría poseer alguna de sus virtudes. Entre ellas, la valentía.

Tras la firma de libros, llegó la hora de la despedida. Lex B es un escritor con una larga carrera por delante. Debe pulir bastante su estilo, pero sin perder un gramo de autenticidad. Si de algo me siento orgulloso es de haber obtenido el agradecimiento de su tribu dos veces. Hasta siempre, Dylan.


sábado, 25 de junio de 2011

LA PETICIÓN

















     Cuando aquella adolescente sentada en una portería le pidió un cigarrillo con la desgana propia de una edad en la que debería comerse el mundo, el tipo canoso no se lo pensó dos veces.
     Le dijo que no fumaba, pero que esperara un momento. Fue corriendo al estanco que había justo enfrente y compró un paquete de cigarrillos. Luego volvió, sudoroso y jadeante, al portal donde ayer se besaban unos novios y le ofreció uno.
     Ella le dijo que no, gracias, que ya había fumado.
     Él le dijo que no tenía nada que temer, que lo hacía porque también había sido adolescente y sabía lo que era aquello: lo de querer y no poder.
     Ella le dijo, dura y cortante, que no pensaba hacerle una mamadita, pero que le aceptaba el cigarrillo.
     Él le dijo que no quería mamaditas ni nada por el estilo, pero que no le vendría mal un poco de gratitud: que le saludara al verle pasar, que intercambiaran una sonrisa de vez en cuando; que, al coger confianza, se interesara por su salud últimamente algo deteriorada, por su familia aunque ya no la tuviera...
     Él, a cambio, le compraría cigarrillos.
     Ella le dijo, algo sorprendida por lo que le estaba pidiendo, que el cariño no se compra con cigarrillos, pero que intentaría acordarse de él cuando lo viera de nuevo.
     Él le dijo que con eso le bastaba y se fue.
     Ella corrió tras él para devolverle el paquete de cigarrillos. El tipo canoso, que una vez fue un crápula, no se volvió para que no le viera llorar y le dijo que se lo quedara.
     Ella regresó lentamente al portal de siempre, se sentó, sacó otro cigarrillo y se lo fumó pensando en aquel tipo canoso que podría ser su padre, ausente desde hacía años, pero no lo era. Estaba segura de ello.
     A pesar de recordarle borrosamente, estaba segura de una cosa: su padre jamás le habría dejado que fumara.


Netwriters publica uno de mis primeros relatos.
         
El mirador
Atlantis, 2009

lunes, 20 de junio de 2011

ME TIRO A LA HOGUERA

Mari Carmen Azcona me ha revelado el verdadero sentido de tirarse a la Hoguera, y se lo agradezco. Pero dejo que os lo explique ese maravilloso gamberro llamado Berto Romero.
Feliz solsticio de verano.




miércoles, 15 de junio de 2011

SABER VIVIR

Odio especialmente el conocido programa de televisión Saber Vivir, porque nos da las pautas para llevar un vida sana, pero no se ocupa en absoluto de lo que nos hace felices.

Nos satisface comernos una hamburguesa, porque es dañino para nuestra salud. Nos colma preocuparnos por los demás, porque lo normal es que todo el mundo vaya a su rollo. Nos sacia, en definitiva, saltarnos las normas y dejarnos llevar por la imaginación.

Sea en la vida real o a través de la escritura, Daniel de Vicente nos emplaza en Escribir para Vivir (Atlantis, 2011) a suplir las carencias de la realidad con grandes dosis de imaginación. En este sentido, sus relatos están más vivos que la propia vida, que parece un pálido reflejo a su lado.

Cuando me enfrento a un autor consagrado, suele ocurrir que me gusta lo que cuenta, pero no cómo lo cuenta. Parece que se ha tragado un diccionario. Sin marear la perdiz con juegos de palabras rocambolescos, Daniel de Vicente nos atrapa con sus relatos cargados de vida, donde se alían sencillez y naturalidad para llegar directamente al corazón.

He devorado literalmente cada una de las quince historias, deseando acabar una para empezar a leer la siguiente. Escritas por el autor en torno a los dieciséis o diecisiete años, no son las pajas mentales de un adolescente purulento, sino más bien los cimientos que conforman su personalidad. En ellas está presente el alma de un incorregible fisgón, de un periodista nato, pero también el humor y la ternura. Ejemplo de ello es el relato «Morir para nacer», una hoja de ruta para navegar sin fatalismos por la existencia: «… los genios son aquellos que saben adaptarse a la vida que les ha tocado vivir y son felices con lo que son y lo que tienen».

No todos los jóvenes se debaten entre el botellón y los porros. Algunos escriben, y lo hacen desde la convicción de que la vida, cuando se escribe, se vive dos veces.

miércoles, 8 de junio de 2011

DESIERTO

Ayer una importante librería alicantina fallaba un premio de relato corto en el que un servidor había invertido tiempo e ilusiones. El premio fue declarado desierto por falta de calidad literaria.

Lo primero que uno piensa es que se quieren embolsar el premio para el siguiente certamen, porque no me creo que las inminentes hogueras hayan anulado el talento que existe entre los escritores noveles. Si esta librería quiere calidad, por favor que especifique en sus bases que sólo pueden concurrir al premio cuentistas profesionales. Otra cosa es que no sepan leer.

Lo segundo que uno deduce es que escribir, corregir y encerrar un cuento en su sobre correspondiente (porque este premio aún no usa el correo electrónico) es una tarea estúpida, estéril, sin sentido. Y se supone que concursos como éste se crean para incentivar la creatividad literaria.

En nombre de todos los colegas que mandamos cuentos a concursos, mejor o peor escritos, más o menos originales, está muy feo dejarnos en la estacada. Queda mejor, de cara a la galería, decir que las ventas de libros han caído y que el premio de este año es un sugus.

miércoles, 1 de junio de 2011

PASTA DE DIENTES


















Si no accedo al ritual de los dientes, mi hija se tapa los oídos porque dice que oye a las bacterias picar las muelas.

martes, 24 de mayo de 2011

FIEBRE























Una noche de copas, alguien me dijo que Pantaleón y las visitadoras (Seix Barral, 1973), de Mario Vargas Llosa, narraba la peripecia de un grupo de putas que son contratadas por el ejército peruano.

Ese alguien no me avisó, sin embargo, de que las aventuras del capitán Pantaleón Pantoja iban a ser tan divertidas y a la vez tan humanas. De hecho, aún no he decidido si es un «pelotudo angelical o un cínico de la gran flauta».

Requerido por sus superiores, el capitán Pantaleón es informado de que viajará a Perú, concretamente a Iquitos, en plena selva del Amazonas, para hacerse cargo de una peligrosa misión. Se trata de crear, en el más estricto secreto, un servicio de prostitutas para evitar que los soldados sigan pasándose por la piedra a todo lo que lleva faldas.

La inicial repugnancia de Pantaleón hacia el mundo de la noche y las mujeres de vida alegre, se transforma, a través de un estricto sentido del deber, en una inspección meticulosa de cada una de las chicas que conforman su burdel ambulante, bautizado como Servicio de Visitadoras. Incluso termina enamorándose de una, apodada La Brasileña, que pone en fuga a la mujer y la hija recién nacida del militar.

Muy originales resultan las formas que adopta la narrativa de Vargas Llosa en esta ficción. Cartas, diálogos cruzados, partes informativos del ejército, memorias radiofónicas, crónicas periodísticas. Sin embargo, detesto las largas acotaciones con que el Premio Nobel tortura a sus desprevenidos lectores.

Un mar de ideas sugieren las páginas de esta descacharrante novela, pero una sobresale por encima de las demás: que el oficio más viejo del mundo es tan digno como cualquier otro. A quien no le pique, que tire la primera piedra.

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