Si me preguntaran qué siente uno al firmar en su ciudad de origen, diría que la sensación de estar en batín y zapatillas. Quizá por eso, no hay fotos con la gente que se llevó un ejemplar de PELUSILLAS EN EL OMBLIGO. Esther y yo lo olvidamos por completo.
Fuimos a la Feria dando un agradable paseo, sin parar de hablar como cosacos —hacía mucho que no quedaba con mi escurridiza amiga—, hasta que nos detuvimos frente a la caseta de La Casa del Libro. Eran las siete menos diez. La firma comenzaba a las siete y siempre me ha gustado la puntualidad.
Mireia, la librera, nos trató con gran amabilidad. No hacía ni cinco minutos que habíamos llegado cuando apareció una amiga de los tiempos en que publiqué mi primer libro. La acompañaba una pintora. Estuvimos un rato charlando de sus inquietudes artísticas y me apuntó que pelusilla se dice «bourette» en francés. La tarde, amenizada con una conversación a tres bandas, pasó casi sin darme cuenta. Alguien de la organización me dio una botella de agua, detalle muy de agradecer. De pronto, reconocí a un antiguo compañero de facultad. Me preguntó qué hacía allí y le conté, intentando ser natural, que estaba como autor. Hablamos de los viejos tiempos. No se llevó ningún libro ni falta que hacía. Aún debe andar tan alucinado como yo.
Por supuesto, Esther Planelles también recibió la visita de amigos. Una mujer que conoció paseando el perro dijo que —aunque solo fuera cinco minutos— mucha gente desearía estar donde nosotros estábamos en aquel momento. Quizá tuviera razón. En cualquier caso, un aviso para todos los aspirantes a escritor: las casetas no tienen sillas.
Un montón de libros me tentaron aquella tarde, como la biografía de Pablo Carbonell o la colección de microrrelatos de Dani Rovira. De otros no sé qué pensar. Abrí un libro de versos y leí: «Deja que la poesía te folle».
Como ves, amigo lector, hay para todos los gustos. No olvides que, mientras dure la Feria, PELUSILLAS EN EL OMBLIGO tendrá un 10% de descuento solo en la caseta de La Casa del Libro.