Su argumento es sencillo. Una joven de veinticinco años tiene que hacerse cargo de su madre enferma mientras su hermana, que vive en Australia, se limita a seguir los acontecimientos por teléfono. Las fotografías antiguas y un diario escrito en la juventud ayudan a la anciana a rescatar la historia de las mujeres de la familia y, de paso, retrasa la inevitable pérdida de memoria. Elena Casero rinde homenaje a todas aquellas esposas y madres del siglo pasado condenadas a ser una sombra del esposo, a realizar las tareas domésticas, a cuidar de los mayores. Un simple cambio de titularidad en el banco por defunción demuestra qué poco han cambiado las cosas y cuánto queda por hacer.
La novela emociona gracias a la acertada elección de una joven narradora en primera persona. Me conmueve su vida truncada, sus sueños aparcados, su escasa sexualidad. Un manual indirecto sobre la vejez que debería ser lectura obligada en los colegios: «Nadie te avisa de que, mientras ella se muere, te has de convertir en su madre».
Como buena valenciana, Elena Casero salpica la historia con pinceladas de humor que sirven para ofrecer un relato verosímil donde las penas se barajan con las alegrías. Me parece descacharrante la escena en la que la anciana, en uno de sus inteligentes desvaríos, le presenta a Adelaida al mismísimo Franco y, además, le suelta cuatro verdades.
Me consta que la autora no es amiga de promocionar excesivamente sus libros, lo cual no significa que no haga presentaciones. Solo prefiere no dar demasiado el coñazo al lector. Esta actitud, digna de elogio en los tiempos actuales, proviene de alguien que ha corregido su obra hasta la saciedad y está segura de su valor. No hay mejor campaña publicitaria que una novela sin faltas de ortografía, ni lugares comunes, ni fallos gramaticales. Y, por si esto fuera poco, no he parado de anotar frases memorables que ojalá se me hubieran ocurrido a mí.
A veces, cuando mi madre me saca de quicio con sus involuntarios olvidos pienso en el consuelo de la literatura, en que se diría que Las dos Adelaidas ha sido escrita para nosotros. Anima a disfrutar de nuestros mayores mientras podamos. Gracias a su sacrificio, hemos logrado lo que ni siquiera ellos se atrevieron a soñar.