En literatura no hay nada seguro. Un día disfrutas de tu soledad ganada a pluma y, al siguiente, presentas un libro en un acto público. Por suerte, soy un inadaptado que se adapta bien a todo tipo de medios.
Hubo cierto escritor que dijo que me tomaba mi carrera literaria a la ligera. Cualquiera que me conozca sabe que me apasiona escribir, pero a pequeñas dosis.
Escribo cuentos para adultos porque me divierte. Sin horarios ni imposiciones. A golpe de instinto. Me motiva formar una colección, crear un libro. He reunido en los dos útimos años una veintena de historias a las que sumaré unas cuantas más. Algunas de ellas constituirán, espero, mi tercer libro de relatos después de Vareando nubes y El mirador, ambos publicados en Atlantis.
Un proyecto más avanzado es el libro de microrrelatos escrito a medias con la escritora alicantina Esther Planelles. Después de muchos retoques, a mediados de 2014 decidimos probar suerte en el mercado editorial. Hemos recibido rechazos, por supuesto, pero también hasta cinco ofertas para publicar el manuscrito.
Con más suerte que talento, algunas de mis historias aparecieron el año pasado en las antologías El mejor momento (Letras con Arte), Otoño e invierno (Diversidad Literaria), Bocados sabrosos (Acen) y Sucedió en la Feria (Club de Escritura La Biblioteca).
De un tiempo a esta parte, Óscar Crespillo Pérez ha publicado en la revista Alicante Opinión alguno de mis cuentos y artículos. Le agradezco el boca a oreja. También aparece un fragmento de una de mis reseñas en la segunda edición de Microhistorias para libélulas, de Laura Frost. Nada más. Os espero en El Mirador.