Habitación en Roma entretiene, que ya es mucho para una trama que se desarrolla en un único escenario. Dos mujeres, una lesbiana y la otra a punto de contraer matrimonio con el hombre de su vida, se dejan seducir por una pasión que las arrastra al goce y a la confidencia.
No sé cómo caerá esta película en el ambiente gay. Espero que mal. Se pinta el lesbianismo casi como una desviación provocada por los malos rollos que las protagonistas han tenido con hombres. La rusa con su padre, porque toca a su hermana gemela en vez de a ella (sin comentarios); la española con un árabe que sólo quiere dejarla preñada.
Sin duda, el peor defecto de la película es la falta de verosimilitud. ¿Cómo una mujer satisfecha con su sexualidad, enamorada de su pareja y que detesta a las lesbianas se desnuda alegremente y cae sin apenas remordimientos en los brazos de otra mujer? Vamos, que parece tortillera de toda la vida. Lo que me cautivó fue la música y la soberbia interpretación de Elena Anaya ante la inminente separación de la pareja. Todo ello unido a sus logros estéticos, como el rollo de Döner Kebab en la bañera o la flecha de Cupido.