miércoles, 30 de diciembre de 2020

LA VIDA VEGETAL

















El tipo de la camisa fucsia dijo en un perfecto castellano lo que quería: una ensalada y una botellita de agua.
     La cajera, una muchacha tiernita pero bien aleccionada, le preguntó si quería patatas fritas haciéndose la sorda.
     El tipo de la camisa fucsia, que llevaba tres meses haciendo dieta vegetal para librarse de 120 kilos, la tomó con la chica de tal forma que ésta empezó a disminuir de tamaño y cuando tocó fondo en el suelo de la bocatería, prorrumpió en sonoros sollozos.
     El jefe de los empleados salió del cuarto de baño de fumarse un porro y se encontró con un tipo al borde de la histeria y una cajera llorando. La otra cajera lo estaría buscando por la cocina o simplemente se habría puesto a cubierto. Algunos clientes se habían largado y otros se habían quedado de piedra.
     El tipo de la camisa fucsia decía a grito pelado: «¿Tú crees que yo puedo comer patatas fritas, hija de la gran puta? Para que te enteres, ¡¡¡¡¡estoy gooooooooooooooooordo!!!!!».
     La cajera, sin dejar de llorar, intentaba disculparse por el malentendido, pero lo único que conseguía era exasperar más al gordo. Parecía uno de esos toros descontrolados de San Fermín. No sabía dónde corneaba.
     Por eso el jefe de los empleados no se lo pensó dos veces y se dirigió hacia él decidido. Tenía una ventaja, la de pillarle por la espalda, pero era preciso actuar deprisa. Le tocó el hombro.
     El gordo giró primero la cabeza y luego el resto del cuerpo. Ante él temblaba el jefe de los empleados con su mejor y más falsa sonrisa. Le hacía señales para que agachara la cabeza. Su poder de convicción no le podía fallar ahora.
     El gordo pensó que aquel tipo estaba loco y le dijo secamente: «¿Qué quieres?».
     El jefe de los empleados respondió: «Decirte una cosa al oído».
     El gordo empezó a darse cuenta de la situación que había generado por culpa de su mal humor, que se debía sobre todo a los complejos de una vida vegetal: de la cama al sofá y del sofá a la cama. Pero era tarde para disculparse.
     Por eso decidió agachar la cabeza para escuchar lo que tenía que decirle aquel loco. La cajera sostenía en las manos lo primero que había pillado para agredirle si no funcionaba: un zapato de tacón. De pronto se habían quedado los tres solos. ¿Habría tenido alguien el detalle de llamar a la policía?
     El jefe de los empleados le hizo la siguiente revelación al oído antes de salir corriendo con la cajera: «Las patatas fritas son de origen vegetal». 
     La policía encontró el suelo de la bocatería lleno de cartones vacíos de patatas fritas y un gordo durmiendo la mona junto a la freidora.

Atlantis, 2009

miércoles, 23 de diciembre de 2020

NAVIDAD DISTÓPICA




Dicen por ahí que esta va a ser la Navidad más triste y solitaria de nuestras vidas. Viendo las terrazas abarrotadas de los bares no puedo evitar sonreír ante semejante afirmación. Despedimos un año donde la auténtica pesadilla han sido las normas. Mascarillas, geles desinfectantes, distancia social, confinamiento domiciliario, cierre perimetral, interminables colas y toque de queda. El mundo se ha convertido en una distopía. Sin embargo, los españoles seguimos dando rienda suelta a lo que nos distingue: la alegría de vivir y que se enteren en Pernambuco. Siempre que hagamos caso de las recomendaciones sanitarias, no veo ningún inconveniente. De hecho, la risa me parece más necesaria que nunca. Una cuestión de salud mental. Os prescribo cero noticias, dosis masivas de cariño y un suplemento vitamínico de locura. Feliz Navidad, mirones.

EL FABULOSO CHRISTMAS ES CORTESÍA DE NEOGÉMINIS.

miércoles, 9 de diciembre de 2020

BAILAR












 
Bailar es como abrazar en la distancia
a quien no espera ser abrazado,
a quien no teme ser sonreído por la sinuosidad del cuerpo,
a quien no sabe más técnica que la complicidad.
 
Bailar es robar años al espejo
para recuperar un gramo de felicidad perdida,
de cruel diversión infantil.
 
Bailar es memoria de los pasos
que en pareja o solos
hemos aprendido a imitar
con el inconfundible estilo mareado de los patos.
 
Bailar es ritmo, salero, gracia
nacidos de la síntesis del éxtasis.
 
Bailar es una intimidad que se ofrece a los ojos
porque la piel con piel no asusta,
sino imagina.


miércoles, 25 de noviembre de 2020

LA DECISIÓN









Hace la friolera de ocho años que soy voluntario para la Fundación Dasyc. Constituida en Valencia en 1994 como una institución benéfica y sin ánimo de lucro, actualmente, entre otros objetivos, desarrolla proyectos de voluntariado social. El acompañamiento de personas mayores es el campo en el que desarrollo mi labor. No sé muy bien por qué motivo elegí esa franja de edad. Quizá porque mis padres me tuvieron ya cuarentones. Quizá porque José Antonio Beato Herrador me dijo que era donde más falta hacía. Nunca lo sabré.

La Pandemia que todos conocemos me ha impedido realizar las visitas habituales —un día semanal— a mi usuario: José Luis Ruiz Dangla. No siento vergüenza de confesar que lo echo de menos. Han sido ocho años de amistad que han pasado en un suspiro. Recalco la palabra amistad, porque está muy devaluada últimamente. Vivimos en una sociedad donde impera el interés, la zancadilla, la división en lugar del consenso. La propia gestión de esta crisis sanitaria resulta un ejemplo lamentable.

Aunque nunca hemos perdido el contacto telefónico, se añoran las risas en su piso a costa de la esperpéntica actualidad. Llegamos incluso a patentar debates a tres con Nuria, la vecina. Ninguna televisión los habría emitido porque no nos despellejábamos.

Con la llegada del otoño, Dasyc me permitió reanudar las visitas a través de un consentimiento firmado por ambas partes. Siendo yo personal de riesgo por mi profesión y padeciendo José Luis varias dolencias, decidimos de común acuerdo seguir como hasta ahora, es decir, cada uno en su casa. Hasta que pase la tormenta al menos.

Dice Alba Pérez que me queda voluntariado para rato. No veo el día que se acabe esta pesadilla y estrechar la mano de mi amigo.

miércoles, 18 de noviembre de 2020

EL DINERO

















La lectura del testamento no aclaró al hijo único cómo repartir la herencia entre sus diferentes personalidades.


FINALISTA en el Concurso Cuenta 140 de El Cultural.

miércoles, 4 de noviembre de 2020

EL BÚNKER











El 21 de diciembre de 2012 no fue el fin del mundo. Ahora soy dueña de un búnker con la capacidad de un campo de fútbol y no sé qué carajo hacer con él.
     Os preguntaréis cómo. El vecino del chalet contiguo me visitó un día con su ropa militar ceñida y un brillo de fusil de asalto en la mirada. «Nos conocemos hace tiempo, Rebeca», empezó mientras la taza de té temblaba al ritmo de mis rodillas. Terminó: «Si yerro, me volaré los sesos y el búnker es tuyo».
     Traté de disuadir a Miguel con la quimera de venderlo todo y huir a cualquier parte juntos. Solo se avino a esperar el apocalipsis conmigo.

miércoles, 21 de octubre de 2020

EL HEROICO VIAJE



Este octubre, se cumplen trece años del mítico concierto que dieron Héroes del Silencio en el Circuito Ricardo Tormo de Cheste (Valencia). Fui uno de los afortunados espectadores.

El 14 de febrero de 2007, la banda anunciaba oficialmente su regreso a los escenarios para celebrar una gira de despedida con diez únicos conciertos multitudinarios. Nunca los había visto tocar en directo desde que se separaran en 1996. No tardé en conseguir entradas en el Estadio de la Romareda de Zaragoza que, más adelante, cuando salió el concierto de Valencia, hube de revender. Una completa locura.

El 27 de octubre del mismo año, despertaba en la cama de un céntrico hostal de Valencia con la sensación de estar viviendo un sueño. Mi mujer, más práctica, me advirtió de que el sueño podía convertirse en pesadilla si no nos desplazábamos pronto a Cheste. Después de desayunar, cogimos un autobús que enlazaba con el pueblo. Era alrededor de mediodía cuando llegamos al recinto, donde iniciamos una tediosa espera que duró hasta las nueve de la noche. Bocadillos de cualquier cosa, calor pegajoso, aseos sin intimidad, frío al caer la tarde, soledad en medio del gentío. No recuerdo de qué hablamos ni cómo soportamos aquel tiempo muerto. Supongo que la ilusión hacía milagros en dos jóvenes treintañeros. No solo por el concierto: íbamos a ser padres de Clara en abril del año siguiente.

Cuando la desesperación hacía mella en los rostros, las hipnóticas guitarras acústicas de «El estanque» abrieron el concierto. Lo vimos trepados a una grada más tambaleante que una tabla de surf. Enrique Bunbury era una bola de billar en la lejanía, pero su engolada voz caldeaba la fría noche valenciana. Mi futura hija se chupaba el pulgar en el vientre materno. El grupo desgranó, una a una, sus viejas canciones como si fueran éxitos recientes. Sus crípticas letras seguían indescifrables como algunas decisiones ilógicas de juventud. Con el himno «En los brazos de la fiebre» despidieron una etapa de nuestras vidas, quizá no la mejor pero sí la más intensa.

A la mañana siguiente, agujetas en el alma y una noticia que nos puso los pelos de punta: más de dos mil personas se quedaron sin ver el concierto por culpa del monumental atasco —de hasta diecisiete kilómetros— que colapsó los accesos.

miércoles, 14 de octubre de 2020

CARANTOÑAS

















Cuando era pequeño, vivía en un sinvivir. La vecina del tercero derecha acechaba por la mirilla mis subidas y bajadas para hacerme carantoñas. «Pero qué guapo es este novio que me he echado», decía. Yo corría a esconderme bajo las faldas de mi madre, pero la señora Eulalia conseguía eludir el cerco amoroso, y aprisionaba mis mofletes con sus dedos sarmentosos y sus uñas largas y negras.
     A veces, nos pedía que esperásemos un momento mientras ella iba en busca de algún caramelo podrido. Yo tiraba del brazo de mi madre hasta que me mandaba estarme quieto. Visto que no obtendría ayuda, me limitaba a esperar aguantando el olor a guiso de aquella cueva fétida que era el piso de la señora Eulalia.
     Durante las comidas —pues entonces no había televisión—, mi padre solía preguntar en tono irónico por mis relaciones con el vecindario. Mi madre solía reprenderlo, aunque no me consolaba. Y describía a la vieja siempre con tres únicas palabras: «Está tan sola». Como si bastasen para disculpar la tortura de un pobre niño.
     Crecí soñando con el maravilloso día en que esa mujer se mudara lejos de mi vista. Sin embargo, nunca lo hizo.
     Gané fama de solitario, de no querer bajar a la calle a jugar con mis amigos. Cualquiera se arriesgaba. Sin la presencia de mi madre, la señora Eulalia daba rienda suelta a su instinto maternal reprimido. Y aquellos besos de ametralladora aún resuenan en mis oídos.
     Conforme mi rostro perdía tersura, ella me abordaba con menos frecuencia y sin la efusividad de antes. Parecía que llevara ajo contra los vampiros alrededor del cuello.
     Se lo dije a mi madre, como apropiándome de una hazaña que solo correspondía al tiempo. Ella sonrió de una manera triste. Enigmática. Nunca supe si por la pérdida irremediable de su niño o porque compadecía a aquella pobre mujer.
     Hoy me he acordado de ella. La vecina, con su lunar peludo en la barbilla, ha invadido últimamente el rostro aún hermoso de mi madre. El mío lo invadirá también algún día. En el piso de Eulalia vive ahora un matrimonio con un niño que no sabe lo que le espera.

Tres Columnas, 2018

miércoles, 7 de octubre de 2020

LA JUVENTUD















Dilapidó su juventud desde la guardería, deseando que su madre llegase alguna vez a recogerlo.

FINALISTA en el concurso Cuenta 140 de El Cultural.

miércoles, 23 de septiembre de 2020

MIGUELITOS











La tradición consistía en comprar una caja de Miguelitos en el Círculo Central y comérsela sentados en la acera de los Ejidos. La crema deshacía septiembre. Hipnosis. Regresión. Miguel sigue con la mirada el péndulo hasta caer en trance. El terapeuta le anima a contar lo que ve. «Veo a Fernando Simón bailando manchegas», bromea el pensionista. Lo han intentado un montón de veces, pero es el sujeto menos sugestionable del mundo. El psicólogo no se rinde aún y pide que le cuente alguna anécdota. «Cuando nos casamos, ella parecía un corcel blanco y yo una rosa negra frente a la Puerta de Hierros», musita como si la tuviera delante. Hace una pausa para paladear el tiempo. Miguel tiene los ojos acuosos. Luego prosigue: «La piropeaban quienes pasaban y yo solo quería hacer el amor con ella en el hotel, pero nos quedamos dormidos en los cómodos sofás de recepción». No es el primero ni será el último que viene a su consulta porque no acepta que hayan suspendido la Feria de este año.                                                                           

miércoles, 16 de septiembre de 2020

SIRTAKI




















No me saludes con el codo,
ni choquemos los puños.
Bésame con la mirada,
dame un abrazo de paciencia,
hazme pedorretas en el alma
cuando esté triste.
Me niego a encerrar el cariño
en consignas
desnatadas.
Antes que seguir a la manada,
prefiero bailar el sirtaki.


miércoles, 26 de agosto de 2020

UNA EXTRAÑA NORMALIDAD






















Requisitos para ser una persona normal (Leticia Dolera, 2015) es una película española que cuestiona el concepto de normalidad desde un punto de vista humorístico. Nos educan —o debería decir programan— de acuerdo a unos determinados parámetros para lograr la felicidad: tener un trabajo, un piso, una familia y vida social. Sin embargo, nada más extraño que una persona completamente normal.

Algo similar le ocurre a Candela Freire, la protagonista absoluta de Dime la verdad (Amazon, 2020). Su vida familiar no encaja dentro de lo políticamente correcto. Está fuera del sistema por un triste infortunio. Su marido desapareció en una misión humanitaria cinco años atrás y acaba de ser declarada viuda por un abogado. No obstante, sospecha que sigue vivo. Con esta intrigante premisa, Maribel Romero Soler regresa a la novela para adultos que tan buenos resultados le dio en El peso de las horas, Finalista del XXXIV Premio Azorín de Novela.

Me gustaría comentar a continuación algunas rarezas que alejan este libro de lo convencional. En primer lugar, un número de páginas insólito en la obra de Maribel Romero —casi cuatrocientas— donde el narrador omnisciente no resta cercanía ni autenticidad a unos personajes que parecen tener vida propia más allá de la página. En segundo término, la novela pertenece al género del suspense o thriller. También podría catalogarse de obra romántica con tintes eróticos por su descripción audaz y desinhibida de escenas sexuales como la del banco, entre otras. Nada que envidiar a la adictiva prosa de Jordi Sierra i Fabra. Finalmente, una grata sorpresa: la acción principal sucede en Alicante y no en la ciudad de nacimiento de su autora. De hecho, Candela tiene un piso en la emblemática Explanada.

El capítulo ocho da un giro radical al planteamiento previo. Estalla el nudo y, de paso, ofrece una clase magistral de cómo enganchar a los lectores mediante una dosificación precisa de la información.

Una atmósfera de cierto pesimismo impregna la novela, pero la escritora ilicitana pone en boca de sus personajes oportunas bromas que rebajan la tensión y el drama. El lenguaje opta por la llaneza y un uso pragmático que no deja lugar a florituras ni a aspavientos poéticos. De todas maneras, siempre surgen bellos pasajes: «Lo que nos hace verdaderamente humanos es nuestro afán de torcer las líneas rectas.» También aparece la jerga propia del derecho con palabras tan curiosas como «fedatario». Esto otorga verosimilitud a la narración.

Maribel Romero se ha hecho mayor literariamente hablando. No solo por la extensión de Dime la verdad, sino, sobre todo, por la profundidad de temas que aborda, entre los que destaca la búsqueda de lo auténtico o el feminismo bien entendido. Me atrevería a decir, huyendo de esa normalidad hecha para conformistas, que sus libros forman parte de mi familia cultural. Una lectura que enseña a querernos un poco más.

jueves, 9 de julio de 2020

PERLAS DE CUARENTENA
















Entre el 16 de marzo y el 21 de junio, la pandemia del Covid-19 obligó al gobierno español a decretar el estado de alarma. En este marco, solo estaba permitido salir de casa en casos muy concretos. Poco a poco, las restricciones a la movilidad fueron relajándose. Pudimos volver a hacer deporte en el exterior, quedar con amigos o dar un sencillo paseo. Cada semana, solía poner por escrito algún pensamiento positivo que extraer de lo que sucedía. Feliz verano, mirones.

1. El silencio: no por extraño menos bello.

2. El sol: tomarlo en el balcón como los lagartos se ha convertido en una auténtica delicia.

3. La falta de prisas: hemos pasado de estar atacados de los nervios a disponer de todo el tiempo del mundo para dedicarlo a lo que más nos gusta. En mi caso, leer y escribir.

4. La zumba: una mezcla explosiva de diversión y deporte solo comparable a un buen petardo. Moisés, el profesor virtual, me ha salvado la vida.

5. Calles solitarias: es un placer pasear al perro por la carretera desierta sin temor a que te arrolle un coche, un patinete o una señora con el carro de la compra.

6. Llamadas: escuchar la voz de amigos se ha impuesto, por fin, a los impersonales mensajes de texto.

7. Los lametones de Wolf: cariño puro por las mañanas.

8. Las películas con mis hijos: enamorados del humor surrealista de «Amanece que no es poco» y «Así en el cielo como en la tierra», ambas del albaceteño José Luis Cuerda. Impagable la banda sonora de esta última: «Apocalipsis / fin de la historia / juicio final / y carne resurrecta».

9. No madrugar: alargar la noche todo lo posible y levantarse a cualquier hora no tiene precio.

miércoles, 24 de junio de 2020

EL DÍA DE LA LIBERACIÓN


Hoy no será un día cualquiera para David, que espera impaciente que las campanas de la iglesia toquen las nueve de la mañana. Ese tañido —antes odiado porque marcaba el momento de ir al colegio— ahora le sonará a bendita gloria.
     Por primera vez, ha madrugado sin quejas ni protestas. Nadie ha tenido que despertarle; lo ha hecho él solo. Ha sido ver luz y saltar de la cama como un resorte. Ha desayunado un vaso de leche con galletas. Luego se ha puesto el chándal que va a juego con las zapatillas de deporte, se ha lavado los dientes y se ha peinado.
     Ni siquiera ha enchufado la televisión para ver dibujos animados.
     Tampoco ha matado el tiempo mirando vídeos en el móvil.
     Está asomado al balcón cuando su padre se levanta.
     El adulto se rasca la cabeza unos segundos hasta recordar que hoy es el día de la liberación. Sale a tomar el sol junto a su hijo. El contraste entre ambos es máximo: el hombre en pijama, sin afeitar y con aire huérfano; el niño vestido, acicalado y expectante.
     —¿A qué hora te acostaste ayer, papá?
     —Mejor no preguntes —contesta bostezando como un león.
     —Buenos días entonces.
     El hombre revuelve el pelo demasiado largo del chaval. Este le comunica que ya ha contado cincuenta personas con mascarilla, veinte con bufanda, diez con el rostro al descubierto y una con un casco de moto.
     —¿En serio?
     —También he visto pasar un camión del ejército. Alucinante.
     —Oye —cambia de tema—, espero que recuerdes que el paseo no podrá durar más de…
     —¿Veremos a mamá? —inquiere el pequeño mirando directamente a los ojos de su padre.
     El hombre tarda en reaccionar. Su rostro se ensombrece aunque los rayos de sol le dan de lleno. Ella decidió, por coherencia, pasar la cuarentena en casa de sus padres.
     —Hemos hablado —susurra al fin con un nudo en la garganta—. Saldrás cada día con uno.
     David, que odia las discusiones interminables y los gritos secos, sabe que ha llegado el momento de pasar página. Un nuevo nacimiento espera a la civilización. Una puerta se cierra y otra se abre. Su madre sonríe bajo la mascarilla por primera vez en meses.


Incluido en la antología Palabras contra el virus, editada por Palin.

miércoles, 17 de junio de 2020

ADIVINANZA




La vida es una adivinanza sin respuesta,
quizá porque la solución
no es simple
ni compleja.
La solución es irrelevante.
Solo quedan los momentos
donde desaprendimos el aprendizaje.


miércoles, 10 de junio de 2020

EL REENCUENTRO
















Después de casi tres meses sin verse, las mujeres tenían mucho que comentar y los hombres poco que decir. No es que no hablaran, pero ellas llevaban el peso de la conversación frente a una mesa repleta de manjares exquisitos y vinos caros.
     —Nosotros solo hemos salido a tirar la basura —dijo Juana sin poder contener el orgullo.
     —¿Habéis sobrevivido con latas de calamares?
     —No, Luisa, hemos pagado para que nos traigan la compra a casa.
     Juan, que se frotaba las manos continuamente, restó importancia a las palabras de su mujer. Acababa de recibir un mensaje de la ecuatoriana que le limpiaba los bajos.
     —También hemos dormido en habitaciones separadas —insistió Juana con el obcecamiento propio de una mujer segura de sí misma.
     Luis sirvió más vino en las copas de todos, aunque ya estaba bastante achispado. Luego apuró la suya de golpe.
     —Y ahora dirás que no habéis follado —ironizó.
     Juan derivó la charla, muy astutamente, a la gestión política de la crisis sanitaria. Encendidos por el alcohol, los cuatro amigos lanzaron insultos a diestro y siniestro.
     —Tenemos un aparatito de esos que mide la temperatura —recondujo Luisa con un gritito agudo.
     —Nos presentamos voluntarios —afirmó triunfante Juana.
     Juan fue al baño y, al regresar, todos se habían medido la temperatura como si fuera un juego. Faltaba él. Sudaba copiosamente, reía sin ganas, le palpitaba el tic del ojo izquierdo.
     El medidor dio negativo, pero la ecuatoriana tenía una falta.

viernes, 29 de mayo de 2020

PÍCAROS DE CUARENTENA



Entre el 16 de marzo y el 26 de abril, el confinamiento derivado del estado de alarma dejó en nuestro país estampas grotescas, situaciones hilarantes, frases de antología. No pretendo juzgar a nadie. Yo mismo no sé qué habría hecho sin la obligación de pasear al perro alrededor de veinte minutos diarios. Todas las noticias, por irreales que parezcan, han sido tomadas de la prensa digital. No he inventado una sola palabra.

1. Centros deportivos: La Policía Nacional ha descubierto actividad deportiva encubierta en un gimnasio de Alicante. Los clientes accedían usando un código previamente acordado y, para disimular, entraban con bolsas o carritos de la compra.

2. Ancianos: Un madrileño de 77 años justificó su paseo alegando que se encontraba «cazando pokémons».

3. Mascotas: Agentes de la Policía Nacional han multado a un hombre en Logroño por saltarse el confinamiento para bajar a pasear a sus peces a la calle.

4. Deportistas: Un surfista de Guardamar alegó a los agentes de la Guardia Civil que creía que hacer deporte en el mar estaba permitido.

5. Enamorados: La Policía multó a una pareja a la que pilló en plena pedida de mano en una cala de La Coruña.

6. Familias pijas: Un matrimonio con tres hijos menores y la asistenta han sido sorprendidos en una playa clausurada de Jávea por riesgo de desprendimientos. Se enfrentan a una doble sanción.

7. Nuevos Mesías: La Policía Local de Alicante interviene ante las denuncias a un vecino que lanzaba este mensaje por un altavoz: «Os vais a morir todos».

8. Viciosillos: Los Mossos han detenido a ocho personas que participaban en una orgía, operación en la que se ha incautado gran cantidad de droga.

9. Abuelas enrolladas: Una anciana de Navarra dijo que iba de paseo por la siguiente razón: «Estoy aquí guardándole el speed a mi nieta». Tras serle intervenida la sustancia estupefaciente, la denunciada enseñó sus partes íntimas a los agentes.

viernes, 22 de mayo de 2020

GERMOFOBIA


Antes de que estallase la crisis sanitaria, Claudia se lavaba las manos del orden de unas cuarenta veces al día. Las tenía enrojecidas y despellejadas de tanto frotar. También usaba guantes para tocar cualquier objeto que hubiera por casa o en el trabajo, pero, ni siquiera con ellos puestos, se sentía segura de dar la mano a nadie. No hablemos de los besos de rigor a un amigo, de una caricia a un perro, de pasar las páginas de un libro. Los gérmenes acechan en cualquier contacto por pequeño que sea. La pandemia la mantiene en un estado de felicidad indescriptible. Ha acogido la recomendación de usar mascarilla con tanto entusiasmo que no se la quita ni para dormir. Ha dejado incluso de saludar. Los vecinos, acostumbrados, no hacen caso de sus extravagancias. El ministro de Sanidad ha declarado hoy que la principal forma de luchar contra el virus es lavarse las manos con frecuencia.

viernes, 15 de mayo de 2020

LA HUELLA



Esta soledad acompañada y este silencio atronador
nos han unido para siempre a todos.

Nadie relatará nuestra encrucijada
en los libros de Historia.

Me alegraré de verte
como solo se alegran
dos paisanos en el extranjero.

Hablaremos sin palabras
de tanto que encontramos
en lo que perdimos.

viernes, 8 de mayo de 2020

UN SOLO LATIDO
















Hace dos meses de este sindiós en el que está metida la humanidad entera por culpa de un insignificante virus. La lectura es clara: somos tan frágiles como nuestros sueños de inmortalidad.
            
Esta fragilidad ha sacado lo mejor y lo peor del ser humano, lejos del buenismo con que los medios de comunicación nos bombardean. Sus programas viven de la lágrima fácil o del optimismo masoquista que genera buenas audiencias.
            
Lo peor de la naturaleza humana aflora en carteles cobardes de corte antisemita que algún vecino anónimo ha dirigido a un sanitario o a una cajera de supermercado. Ni Álex de la Iglesia hubiera imaginado un comportamiento tan mezquino en una comunidad. Tampoco parecen enterarse los nacionalistas de que sus sueños lúbricos de autodeterminación han quedado relegados al psicoanálisis, aunque ellos se empeñen en hacer el ridículo más espantoso con polémicas como la de las 1714 mascarillas.
            
Afortunadamente, por primera vez en mucho tiempo, España rema en la misma dirección, se respira un solo latido, vamos todos a una. Hablo de gente que fabrica mascarillas gratis, que no sale de casa, que regala una llamada de teléfono, que desea feliz semana detrás de un mostrador, que desinfecta las calles, que salva vidas, que vela por nuestra seguridad o que ayuda a un anciano a buscar las llaves en un contenedor de basura. Tenemos espíritu de equipo.
            
Los españoles hemos aplazado nuestras costumbres, nuestras festividades e incluso nuestros afectos porque era necesario. No ha sido asignatura fácil. Los políticos deberían aprender del pueblo que, en tiempos difíciles, hasta los autónomos trabajamos por el bien común.

miércoles, 29 de abril de 2020

CUARENTONA




Cuando vino de la calle, Juan Córdoba se sintió observado por la mujer apoltronada en el sofá de escay. «Quítatelo todo, menos la mascarilla y los guantes», dijo con voz orgásmica de locutora de radio. El hombre la miró atónito, boquiabierto, confuso y acobardado. «¿No me has oído, coño?», gritó perentoriamente. Desvistiéndose, quiso saber si aquello era una especie de juego sexual o una feroz medida higiénica. Nadia Pardo, sonriendo a lo Marlene Dietrich, le obligó a envolver su cuerpo con papel transparente de cocina y a usar doble preservativo. Ella siguió el mismo protocolo de envasado al vacío salvo en los condones y, tras comprobar el hermetismo de las bandejas de carne que había repuesto cientos de veces, chocaron con brutal violencia animalesca. «Perdona, ¿el pollo?», preguntó una clienta de ojos azules embozada en una mascarilla casera.

miércoles, 22 de abril de 2020

SUSPENSE



Aquella mañana me levanté con una alegría inusitada. Mi padre, que llevaba dos semanas ingresado en el hospital de Alicante por una neumonía corriente, estaba a punto de recibir el alta. Disponía de tiempo libre para ir a la piscina.
            
Preparé la mochila y puse rumbo al Centro Deportivo Municipal Gran Vía. No imaginaba entonces que aquel paseo iba a ser el último durante una larga temporada. Elegí, como siempre, un parque de tierra que divide en dos la Avenida Juan Sanchis Candela. Los árboles derramaban su sombra al ritmo del piar de algún pájaro. El sol jugaba al escondite entre nubes perezosas. Con tres cuartas partes del trecho recorrido, recibí un brevísimo mensaje de mi mujer desde el hospital: «Problemas». El corazón me dio un vuelco. Al vecino de habitación de mi padre le estaban haciendo el test del Coronavirus. Si salía negativo, el médico nos daba el alta. Si salía positivo, veinte días más en cuarentena. Menudo suspense.
            
Reconozco que pensé en suspender la natación por razones de seguridad, pero pudo más la promesa del ejercicio físico. En el vestuario, se respiraba un ambiente de calma chicha. Caras de preocupación, charlas a gritos, miradas perdidas. Hice mis largos dándole vueltas a la cabeza. Iba tan despistado que, al cambiar de calle, un nadador saltó sobre mí. Menos mal que el agua amortiguó el golpe.
            
Alrededor de las tres de la tarde, llamaron del hospital. Reconocí la voz amable de una enfermera que nos había atendido. Me informó del resultado de la prueba. Di las gracias y suspiré. Un par de días más tarde, Pedro Sánchez decretaba el estado de alarma en todo el país. Mi padre gruñe en casa sin valorar que se ha salvado por los pelos.

miércoles, 8 de abril de 2020

EL PERRO

















En la comunidad de vecinos de la urbanización Las Pelusas solo había un perro, el de Carla la transexual. Cuarenta vecinos y un solo perro. El presidente, provisto de mascarilla, trasladó a la propietaria la voluntad de algunos inquilinos de pasear al animal para hacer más tolerable el confinamiento. Carla, en bata de franela, sonrió maliciosamente. Aquel hombre jamás la había saludado y una vez se puso tan nervioso que nunca volvió a compartir ascensor. En las reuniones, le parecía chistoso llamarla Carlos Martínez, aunque hacía años que había actualizado su carnet. El perro ladró dentro como si entendiera. El presidente sudaba copiosamente mientras se retorcía las manos. Creyó oportuno añadir —recalcando el pronombre personal femenino— que pagarían el alquiler que ella fijara. «¿Para qué están las vecinas?», dijo tendiéndole la correa.

miércoles, 1 de abril de 2020

LA VIDA SIGUE IGUAL


 
En sueños,
pedía a mi novia de la adolescencia
que fuéramos amigos. Ella me despedía
con cajas destempladas.
Insistía: son tiempos
en que cada gesto
cuenta, podría ser
el último. Con piedad
cristiana, contestaba: ni
aunque fueras un zombi
te remataría.
Es la primera vez
que me despierto
con esperanza.

miércoles, 25 de marzo de 2020

PRISIONEROS




El equipo de profesores de Academia Nova suele quedar los viernes en la cafetería Nova Pinoso para hacer terapia de grupo. Es más barato y divertido que un psicoanalista. Recuerdo que aquel viernes trece hubo un emocionante acuerdo tácito: no mencionar el Coronavirus. Ha pasado ya una semana desde entonces.
            
Durante estos días de aislamiento, he echado de menos a la gente como cualquier persona. Esta enfermedad, tan silenciosa como las calles de nuestras ciudades, ataca la esencia de lo que somos: seres sociales. Los abrazos, los besos, las caricias, las bromas y las charlas forman parte de nuestro ADN. Lo habíamos olvidado con tanta red social y tanto mensaje de móvil.
            
Sin embargo, el encierro ha puesto sobre la mesa una vieja carencia de nuestra sociedad: la gente no sabe estar sola. No hablo de los merecidos aplausos que cada tarde, a las ocho, dedicamos a nuestros sanitarios. Me refiero a las series, películas, libros, conciertos y demás pamplinas con las cuales nos agobian indecentemente. Incluso algunos escritores se están dando un baño de ego leyéndonos sus obras en vídeo. Yo y solo yo soy dueño de mi tiempo. El lobo estepario que vive en mí no aguanta esta epidemia de estupidez.
            
La crisis económica nos enseñó a vivir de otra manera. Yo cambié las compras compulsivas por un voluntariado que, a día de hoy, me sigue dando grandes satisfacciones. Espero que este virus nos contagie ganas de pasar tiempo con nuestros semejantes, pero, sobre todo, más autonomía sin caer en actitudes misántropas.

miércoles, 18 de marzo de 2020

PSICOSIS


En el ascensor del hospital, un adolescente lleva mascarilla. Durante el cortísimo trayecto, no oculta su fastidio porque preferiría ir solo. Y eso que tiene la precaución de cogerlo en horas de escasa afluencia. «Tampoco hay que exagerar», comenta un hombre. El adolescente sonríe bajo la tela verde. Las puertas metálicas se abren. Antes de desaparecer por un pasillo, repite en tono agorero: «Hacedme caso, subid solos». Llevo varios días vigilando esa cabina al caer la noche. Si coincido con él a solas, le robo la mascarilla.

miércoles, 4 de marzo de 2020

LAS PERSONAS TÓXICAS
















Mientras esperaban a la profesora, algunos linces analizaron sintácticamente la nota de suicidio de la pizarra.

FINALISTA en el concurso Cuenta 140 de El Cultural.

miércoles, 26 de febrero de 2020

LAS HOGUERAS DEL FUTURO




















Las Hogueras de San Juan (Fogueres de Sant Joan) son las fiestas oficiales de mi tierra y se celebran del 19 al 24 de junio. Esto lo sabe cualquier alicantino. Si una máquina de criogenización me despertara en el futuro, daría una vuelta para comprobar el estado de salud de este festejo querido y odiado a partes iguales.
            
Pedalearía a mis anchas por carriles bici debidamente señalizados mientras llego a la única barraca de la ciudad: un auténtico rincón popular situado en el Estadio Rico Pérez. En el centro del campo, una inmensa pira con restos de madera y papel aguardaría las llamas. Habría gente de todas las edades, razas, condiciones y creencias.
            
El Ayuntamiento de 2099, consciente de que tu libertad acaba donde empieza la mía, suprimiría los ruidos innecesarios. Por ejemplo, las famosas despertadas (despertàs) a las ocho de la mañana. El sufrido ciudadano las describe sin mucho cariño: cuatro gatos que lanzan cohetes porque aún no se han acostado y una banda que desafina.
            
De acuerdo con las políticas de igualdad emprendidas por partidos como Podemos, me enorgullecería asistir a la proclamación del Bellezón del Fuego (Belleo del Foc) o de la Belleza del Fuego Transexual. Quizá no sea muy ortodoxo ni tradicional, pero lograría que el resto del mundo nos mirase con respeto por algo más que nuestra playa y nuestro castillo.
            
Los avances en materia de igualdad, ruido y asociación seguramente tardarán muchos años. Solo espero que, igual que el Muro de Berlín, un día caigan todas las alambradas.

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