Aquella mañana me levanté con una
alegría inusitada. Mi padre, que llevaba dos semanas ingresado en el hospital
de Alicante por una neumonía corriente, estaba a punto de recibir el alta.
Disponía de tiempo libre para ir a la piscina.
Preparé
la mochila y puse rumbo al Centro Deportivo Municipal Gran Vía. No imaginaba
entonces que aquel paseo iba a ser el último durante una larga temporada. Elegí,
como siempre, un parque de tierra que divide en dos la Avenida Juan Sanchis
Candela. Los árboles derramaban su sombra al ritmo del piar de algún pájaro. El
sol jugaba al escondite entre nubes perezosas. Con tres cuartas partes del
trecho recorrido, recibí un brevísimo mensaje de mi mujer desde el hospital: «Problemas».
El corazón me dio un vuelco. Al vecino de habitación de mi padre le estaban
haciendo el test del Coronavirus. Si salía negativo, el médico nos daba el
alta. Si salía positivo, veinte días más en cuarentena. Menudo suspense.
Reconozco
que pensé en suspender la natación por razones de seguridad, pero pudo más la
promesa del ejercicio físico. En el vestuario, se respiraba un ambiente de
calma chicha. Caras de preocupación, charlas a gritos, miradas perdidas. Hice
mis largos dándole vueltas a la cabeza. Iba tan despistado que, al cambiar de
calle, un nadador saltó sobre mí. Menos mal que el agua amortiguó el golpe.
Alrededor de las tres de la tarde,
llamaron del hospital. Reconocí la voz amable de una enfermera que nos había
atendido. Me informó del resultado de la prueba. Di las gracias y suspiré. Un
par de días más tarde, Pedro Sánchez decretaba el estado de alarma en todo el
país. Mi padre gruñe en casa sin valorar que se ha salvado por los pelos.
��tiempos inciertos, muy detallista tú narración. ��
ResponderEliminarNo por inciertos menos llenos de vida.
EliminarUn abrazo.
Esta historia tiene final, pero el suspense continúa...
ResponderEliminarNuestra vida ya era puro suspense, pero no nos dábamos cuenta.
EliminarUn abrazo.
Siempre me has fascinado las historias de "por los pelos" hay todo un mundo en los imponderables...
ResponderEliminarUn fuerte abrazo y mucho ánimo.
Tengo ganas de que la humanidad se salve "por los pelos" para que no olvide la lección.
EliminarUn abrazo.
La ecuanimidad suele ser un buen estado para vivir.
ResponderEliminarMe alegro de que estéis bien.
Un abrazo.
Gracias. Tengo buenos amigos que se preocupan de aullarme de vez en cuando.
EliminarUn abrazo.
El último día que diste un paseo, él último día que nadaste en la piscina...Seguramente si supiéramos lo que va a suceder valoraríamos más las pequeñas cosas de cada día.
ResponderEliminarAfortunado tu padre por estar tan cerca y librarse del “bicho”, me alegro mucho.
Un beso
Gracias. Es increíble lo que pueden cambiar las cosas en un momento, pero también el poder de adaptación del ser humano. Ya sabes, zumba.
EliminarUn abrazo.