La
Feria del Libro de Alicante 2021 estuvo cargada de polémica a raíz de unas
desafortunadas palabras del concejal de cultura Antonio Manresa en las que
achacaba la ausencia de autores locales a la desidia de los propios autores.
Las reacciones no se hicieron
esperar. Por un lado, el novelista Fernando Parra Nogueras redactó un
manifiesto en defensa de los escritores alicantinos (firmado, entre otros, por
un servidor). Por otro, la librería 80 Mundos organizó una Feria del Libro alternativa
bautizada con el nombre de Stanb(r)ook week.
Con este poso reivindicativo
flotando en el aire, asistí acompañado de unos amigos a la Feria del Libro de
Alicante. La oficial. No fui esta vez en calidad de firmante, sino en virtud
del lector vicioso que soy. El ambiente ferial era gélido para un sábado. No hablo
de temperatura, porque hacía calor. Ni una triste musiquilla amenizando la
velada. Ni un mísero payasete dando caramelos. Ni un pedillo rompiendo la
monotonía. Los pobres autores que firmaban a esas horas tenían hasta telarañas.
Litros de gel hidroalcohólico, eso sí. Rayas en el suelo marcando la distancia
de inseguridad.
Observé también la ausencia
de El Corte Inglés, la FNAC o la librería Pynchon de Alicante. Preocupado ante
la no tan descabellada idea de hallarme en un cementerio, me acerqué a una
caseta murciana a preguntar. Allí confirmé mis sospechas. Como no soy
religioso, acepté la invitación de echar unas risas que me supieron a cerveza
rubia.
Me llevé firmado Mortales de Antonio J. Ruiz Munuera, un libro de relatos que intenta desmitificar la muerte a través de la ironía. Después de lo visto aquella tarde, cada uno elige su forma de vivir. Conocemos de sobra el final del cuento.