Una mesa de caoba pone frente a frente a un jefe y su empleado.
—Mire, sé la razón por la que me ha llamado a una hora tan intempestiva. Créame que, después de veinticinco años en el sector, esta es como mi segunda casa.
El jefe intenta tomar la palabra, pero el otro le hace un gesto inequívoco con la mano.
—Lo considero un buen jefe. Sabe ser duro cuando hay que serlo, pero también sabe disculparse con sus trabajadores cuando la tensión del día a día provoca roces. Incluso admite de buen talante sugerencias en la forma de vender el producto.
El empleado toma aire mientras su café se enfría encima de la mesa.
—Verá, después de tantos años no me iré sin decirle que me siento catalán al mismo tiempo que español. Ignoro si este ha sido el motivo de mi despido, pero ya ve que me la trae al pairo.