Ya está aquí. Ya tenemos más cerca el libro de microrrelatos Pelusillas en el ombligo. Para presentarlo al mundo, hemos decidido realizar un vídeo promocional. Lo hemos titulado «Rip». Se trata del seudónimo con el que Esther Planelles y un servidor nos presentábamos al concurso semanal Cuenta 140 que dio origen al libro. En el vídeo, Rip es un personaje singular que tiene problemas con un ratón. Le ocurrirán muchas otras peripecias que no puedo desvelar. Esperamos que os guste.
lunes, 30 de noviembre de 2015
miércoles, 18 de noviembre de 2015
EL SOLITARIO EN OTOÑO
Tengo una teoría: los libros llegan a nuestra vida cuando deben llegar, ni antes ni después. A veces, me sorprende que la acción de una novela suceda en la estación del año en que estoy leyéndola o que diga cosas de mi vida que ni yo mismo me atrevo a admitir.
Habitación sin vistas (Amazon, 2015) parece escrita para mí, hijo único nacido cuando mi madre contaba cuarenta años. Afortunadamente, las coincidencias terminan ahí y puedo disfrutar la historia que inventa Maribel Romero sin atormentarme como su protagonista.
Ignacio, un joven de treinta y cinco años, lleva cuatro encerrado en su habitación. Solo. Sin querer ver a nadie. Su madre cuida de él, pero arrastra una culpa por un hecho luctuoso del pasado. Una psiquiatra tratará de sacarlo de esa muerte en vida.
Con este feroz argumento, arranca la que posiblemente sea la novela más oscura de Maribel Romero hasta la fecha. Contribuye a esa oscuridad el personaje de Carmela Lizón. Esta madre posesiva, beata y obsesionada por el qué dirán recuerda a la tétrica señora Danvers de la película Rebeca (Alfred Hitchcock, 1940). Dice el hijo de ella: «Nunca soportó que me encariñara con nadie, fuera perro o persona. No quería a mis amigos en casa…»
Una vez planteado el nudo, Mónica Beltrán aporta luz para que la historia avance. La psiquiatra necesita averiguar la verdad a toda costa. Es el único modo de ayudar a Ignacio. Durante la lectura, he fantaseado con que está un poco enamorada de él aunque no lo haya visto nunca.
Combinando de sabia manera la primera y la tercera persona, la autora nos llevará a un final de infarto donde el ser humano revuelve las tripas. Sin embargo, Habitación sin vistas va más allá. Plantea dónde acaba el ejercicio de la paternidad. Yo creo que donde empieza la vida de nuestros hijos.
miércoles, 11 de noviembre de 2015
YO FUI A JUAN XXIII
Puede sonar a broma, pero en Alicante levantas una piedra y aparece un alumno del colegio Juan XXIII. Frente a este desproporcionado número de hijos, nadie te revela su condición de «juanveintitresero» si no hay cierta confianza. Se lleva como en secreto. He oído a gente decir sobre cualquiera con un mínimo de éxito en la vida que ha sido «uno de los pocos que ha llegado lejos». Existe, en definitiva, un complejo de inferioridad.
Pues bien, yo fui a Juan XXIII.
Lo digo ahora que no soy escritor de éxito, pero escribo lo que me da la gana. Lo digo ahora que tengo el dinero justo para vivir, sin que me falte un beso de mis hijos antes de irse a la cama. Lo digo ahora que tanto se valora lo que pareces por encima de lo que eres.
Siguiendo la estela marcada por la generación del 74, el pasado 17 de octubre se celebró un encuentro de antiguos alumnos en la plaza Magallanes de Alicante. Y, como cabía esperar, muchos desaprovecharon la oportunidad de decir que fueron a Juan XXIII.
Llegué a la plaza a eso de las diez de la noche, y al principio no vi ninguna cara conocida. Enseguida se disiparon los temores. Ahí estaban algunos compañeros del grupo B con una sonrisa —que espero no se convirtiese en maldición por lo bajo al ver a la maestra Carmen—. Me encantó saludar a amigos que no habían asistido a la comida del mes de mayo, como Pedro Abellán o José Manuel Ros.
Mientras tomaba una caña, miré alrededor. Los hijos pequeños de mis compañeros de clase habían tomado la plaza. Jugaban como nosotros lo hubiéramos hecho de tener su edad. También observé a gente desconocida buscando con ojos ávidos a su promoción, creyendo recuperar así un trozo de infancia perdido para siempre.
Localicé, de pronto, a Sebas. Iba en el autobús de Jacinto y era lo que se dice un auténtico diablo. Recuerdo que, desde la cuna, mi madre ha comentado con auténtico cariño lo que la hizo sufrir aquel chaval.
Tuve que perseguir casi un cuarto de hora a Jose Miguel, apodado «el teacher». Todo el mundo lo reclamaba para hacerse una foto. Igual debería plantearse cobrar derechos de imagen.
Eché de menos a tanta gente que no sabría por dónde empezar. Prefiero quedarme con la alegría de que la muerte de Jesús Fuentes, el profesor de literatura, fue un bulo. Por lo visto, lo han matado ya varias veces. Y nosotros dedicándole cumplidos en el whatsapp como si fuera a subir nota.
He dicho ya que fui a Juan XXIII, un colegio donde pasé buenos y malos ratos. Ser el hijo de la profesora no te hace precisamente muy popular. Ya he echado la toalla a este respecto: la conocida es ella.
miércoles, 4 de noviembre de 2015
ATRAPA A UN ALUMNO
La voz de la adolescente sonaba débil pero tranquila a través de la puerta del ascensor averiado. No cesaba de repetir la misma cantinela: «Nunca me ha pasado algo tan fuerte». Viendo que el técnico no aparecía, la profesora se aclaró la garganta y le dictó unos ejercicios de integrales.
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