Mayo es el mes de las flores, de la Virgen, del buen tiempo… y se cumple mi primer año como voluntario para una asociación de Alicante llamada Dasyc.
Gracias a mi peculiar trabajo, tengo la fortuna de poseer las mañanas libres. Por eso, elegí pasar un par de horas a la semana con una persona mayor.
Me confiaron a José Luis Ruíz Dangla, un hombre aún relativamente joven. Es parapléjico y vive en un cuarto piso sin ascensor. Algo tan sencillo como salir a la calle, algo tan a la mano de cualquiera es un mundo para él.
Desde el principio, Cruz Roja se comprometió a bajarlo a la calle una vez por semana. Y han fallado más que la escopeta de un guardia. Unas veces por falta de voluntarios, otras porque se había estropeado la silla mecánica, otras por el tiempo (aún no se han enterado de que en Alicante siempre hace bueno). Y cuando venían, apenas disponíamos de dos horas de libertad en silla de ruedas. Casi siempre se demoraban en recogerlo. Si preguntabas por la exasperante impuntualidad, no te respondían. Somos ganado.
A José Luis no le ha quedado otra que rascarse el bolsillo para comprar su propia silla mecánica. Ni Cruz Roja ni la casa que se la ha vendido han previsto mandar a un profesional que nos enseñe a manejar el Terminator. Lo ha tenido que pedir como favor especial. A uno le entran ganas de gritar: eh, capullos, dejad de perder masa encefálica en el gimnasio y venid a hacer algo útil.
José Luis y yo tenemos dos cosas en común, aparentemente contradictorias. Somos ateos y nos gustan los temas paranormales. Estos asuntos nos han proporcionado muchas charlas, muchos cafés, muchas risas. Y por supuesto, una opinión de Cruz Roja. Valoramos el esfuerzo individual de sus voluntarios, empañado por una nefasta organización de sus recursos. Ahora vas y te afilias.