Nunca figuramos entre los favoritos al podio, seguramente porque no disponíamos de estrellas como Giannis Antetokounmpo (Grecia), Nikola Jokic (Serbia), Lauri Markkanen (Finlandia) o Luka Doncic (Eslovenia). Esa circunstancia jugó a nuestro favor, aunque no creo que haya bastado para ganar.
Los partidos amistosos fueron cualquier cosa menos brillantes: tres derrotas y una victoria por la mínima. No extraña que el mundo del baloncesto vaticinara que caeríamos en Octavos. Algunos periodistas, en clara referencia a los siete debutantes, llegaron a escribir que el equipo tenía la ele o que era la España del chupete.
Lindezas aparte, la Selección ha demostrado que ningún listillo tiene derecho a decir adónde puedes llegar. La falta de ego y el trabajo en equipo han sido las claves del triunfo. Nadie ha destacado sobre nadie. Ni siquiera Lorenzo Brown, el hombre tranquilo en la cancha. Cada pieza ha sido decisiva en el tablero de ajedrez. Willy en la pintura, Juancho desde el triple, Garuba poniendo tapones estratosféricos y Rudy traspasando límites en memoria de su padre.
Ojalá en el país de las autonomías, de la desunión, de la descalificación siguiéramos el ejemplo de estos jugadores. Va más allá del deporte.