Hace
dos meses de este sindiós en el que está metida la humanidad entera por culpa
de un insignificante virus. La lectura es clara: somos tan frágiles como
nuestros sueños de inmortalidad.
Esta fragilidad ha sacado lo mejor y
lo peor del ser humano, lejos del buenismo con que los medios de comunicación
nos bombardean. Sus programas viven de la lágrima fácil o del optimismo
masoquista que genera buenas audiencias.
Lo peor de la naturaleza humana
aflora en carteles cobardes de corte antisemita que algún vecino anónimo ha
dirigido a un sanitario o a una cajera de supermercado. Ni Álex de la Iglesia
hubiera imaginado un comportamiento tan mezquino en una comunidad. Tampoco
parecen enterarse los nacionalistas de que sus sueños lúbricos de autodeterminación
han quedado relegados al psicoanálisis, aunque ellos se empeñen en hacer el
ridículo más espantoso con polémicas como la de las 1714 mascarillas.
Afortunadamente, por primera vez en
mucho tiempo, España rema en la misma dirección, se respira un solo latido,
vamos todos a una. Hablo de gente que fabrica mascarillas gratis, que no sale
de casa, que regala una llamada de teléfono, que desea feliz semana detrás de
un mostrador, que desinfecta las calles, que salva vidas, que vela por nuestra
seguridad o que ayuda a un anciano a buscar las llaves en un contenedor de basura.
Tenemos espíritu de equipo.
Los españoles hemos aplazado nuestras costumbres, nuestras festividades e incluso nuestros afectos porque era necesario. No ha sido asignatura fácil. Los políticos deberían aprender del pueblo que, en tiempos difíciles, hasta los autónomos trabajamos por el bien común.
¡Bravo!!
ResponderEliminarMuchas gracias.
EliminarUn análisis y una crítica que comparto.
ResponderEliminarPorque sí, somos frágiles entes capaces de todo lo que nuestra imaginación, para bien o para mal, pergeñe.
Un abrazo.
Somos capaces de lo peor, pero también muy dueños de escoger nuestro camino.
EliminarUn abrazo.
Siempre será así. Los desgraciados y los cabales, todos formamos parte de este mundo. Y muchas de las veces, cuando veo, oigo o leo, esas monstruosidades, no sé en que bando acabo, de puro hastío. Porque mi racionalidad muta y haría desaparecer a más de uno.
ResponderEliminarUn buen escrito, lleno de los gritos, que más de uno de nosotros enarbola.
Un abrazo.
Yo me quedo con el espíritu de equipo como el gran descubrimiento de este silencio atronador.
EliminarUn abrazo.
Como muchas otras veces he pensado en otras situaciones, y ahora también lo pienso,quien suele tener dos dedos de frente es el "ciudadano de a pie".
ResponderEliminarEsa es la idea que subyace a este humilde artículo de opinión: la gran lección de madurez que estamos dando la mayoría de ciudadanos.
EliminarUn abrazo.
Muy lucido, mi querido lobo, aunque me gustaría ser tan optimista como tú. Sigamos remando.
ResponderEliminarConfío, aunque no ciegamente, en la capacidad del ser humano para trabajar individualmente en equipo.
EliminarUn abrazo.
Más o menos sería por estas fechas, una noche subió mi marido de pasear al perro muerto de risa. "No te vas a creer lo que me ha pasado, acabo de rescatar a un anciano que se había caído dentro de un contenedor". No supo explicarle qué le había pasado, si él solo pretendía tirar la basura. Días después, en nuestro buzón, apareció una nota que ponía gracias y una bolsa con dos mascarillas.
ResponderEliminarLa gente se ha portado bien, lo seguirá haciendo la mayoría. Los que no han estado a la altura son los políticos.
Bienvenida a mi rincón, Mayte. Es increíble el grado de surrealismo que hemos vivido: estamos en deuda con quienes nos han hecho la vida más soportable, sea directa o indirectamente.
EliminarUn abrazo.