Mi padre no
era muy religioso, pero, por contentar a mi madre, que es una auténtica
talibana, iba a la iglesia los domingos y se confesaba una vez al año. Lo
recuerdo hecho un pasmarote en la última fila del templo, al lado de la puerta
por la que siempre entraba el último y salía el primero, mirando al frente sin
ver, con la imaginación distraída en otra parte. Ambos sabíamos, sin comentarlo
jamás entre nosotros, que no creía en toda aquella parafernalia.
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Nos lamentamos de que era demasiado joven para morir, pero olvidamos con frecuencia que nunca eres demasiado mayor para vivir.
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Pese a haberme educado en un colegio religioso durante muchos años, me considero agnóstico.
ResponderEliminarSaludos
Yo soy un poco más radical, quizá por llevar la contraria a la educación religiosa recibida.
EliminarSaludos.
Sí que era un santo.
ResponderEliminarLo hacía por ella y eso dice mucho.
Ni él ni otros muchos aparecerán en los altares de las iglesias.
EliminarSaludos.
Hay que tener la misma fe para creer que para no creer, pero aqui se trata del amor de tu padre hacia tu madre, que tengas ese recuerdo es bonito. Un abrazo
ResponderEliminarEl amor en pareja tiene algunas dificultades, pero él lo hacía fácil.
EliminarUn abrazo.
Y eso es una gran prueba de amor.
ResponderEliminar¡Un abrazo!
A su modo, era extraordinario.
EliminarUn abrazo.
ya ha escrito Bisi lo que venía a poner yo ;)
ResponderEliminarUn abrazo!
Gracias igualmente.
EliminarUn abrazo.