domingo, 9 de diciembre de 2018

BESOS LÚGUBRES
















Se oye el sonido de la verja de entrada que se abre. Ahí está Matías con los ojos brillantes de pura excitación, mochila al hombro, dispuesto a pasar una noche entre cruces y lápidas. El crepúsculo imprime a la atmósfera de una luz que invita a la melancolía. Rosa le espera sentada en un banco.
     Corren a ocultarse en un mausoleo cuyo portón ha sido forzado hace poco por algún desaprensivo. Huele a moho y a aire viciado. Escuchan el aviso de que el cementerio cerrará en breves minutos con secreto regocijo. Varias veces. Luego nada.
     Salen del panteón a una noche poblada de pequeños ruidos, como el sonido de sus pisadas o el movimiento de algún roedor. El viento agita las ramas de los árboles. La soledad se mete en los huesos.
     Rosa extrae una linterna de la mochila y la enciende. Alumbra un bloc de notas donde aparece dibujado un torpe mapa. Torpe pero suficiente. Se ponen en camino. Durante el mismo, procuran evitar las avenidas principales. No quieren un encuentro desagradable con el guarda de seguridad.
     Los nichos vacíos provocan un escalofrío en Rosa. Se acuerda del funeral de la amiga de clase como si fuera ayer. Piensa que nadie debería perder la vida tan joven. Matías le aprieta la mano para infundirle ánimos. Ya falta poco.
     El canto de una lechuza les sobresalta al divisar la cruz. Suben los tres escalones y descansan unos segundos bajo los soportales. La capilla es el lugar donde Matías saca la foto. Aparecen los tres en el acantilado: la amiga con la cabeza apoyada en el hombro del chico y Rosa tan pálida que parece que ha visto un fantasma.
     Siguen el camino con la extraña sensación de que los observan, pero se cuidan mucho de comentarlo. Aceleran el paso sin dejar de mirar en todas direcciones. Matías saca la otra linterna a pesar de la amenaza que supone el guarda de seguridad.
     La tumba de la amiga está situada tan al borde del callejón que parece que va a salir andando. En la lápida se yerguen una sencilla cruz, un macetero con flores frescas y una foto. Los chicos mantienen un silencio respetuoso durante varios minutos. Él abandona la foto de los tres sobre el mármol.
     De repente, una mano se posa en el hombro de Matías. El chico se sobresalta pero enseguida comprende que Rosa le indica con un gesto que tienen que marcharse. Nada ha cambiado en realidad. Ninguna de las pesadillas en las que la amiga cae al vacío de una forma aparentemente fortuita. Lo peor no es soñar con ella, sino gustarse sin remedio. Ya se gustaban antes del accidente.
     Justo cuando Rosa decide contarle lo que viene callando desde aquel viaje de fin de curso, Matías sella sus labios con un beso lúgubre. Y luego otro. Y otro más.

Tres Columnas, 2018

6 comentarios:

  1. Sobrecogedora la atmósfera que has creado en el cementerio para llegar al impactante y terrible final...que también es el principio.
    ¿Se llevará Rosa su secreto a la tumba?
    Me ha encantado, te felicito.
    Un abrazo

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    1. Muchas gracias, Charo. Este relato quedó finalista en el Madrid Sky de Cuento Corto. Escucharlo en voz de otra persona fue una grata experiencia para mí.

      Un abrazo.

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  2. Un estupendo relato para los amantes del cuento gótico. Felicidades.

    Un abrazo.

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    1. Muchas gracias. Más que cuento gótico yo quería escribir sobre un oscuro secreto que muere en los labios de la protagonista.

      Un abrazo.

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  3. Al más puro estilo que a mí me gusta leer y escribir, así que no hay más que comentar...¡Enhorabuena por tu imaginación y tu bolígrafo, José Antonio López Rastoll - Lobo -Poe!

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    1. Muchas gracias. Me han atraído los cementerios desde que era adolescente. Escribir un relato que sucediera en uno solo era cuestión de tiempo.

      Un abrazo.

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