El chaval entró al aula con el ceño fruncido, se sentó y puso cara de esperar que el tiempo pasara rápido.
—¿Qué tienes para hoy? —pregunté.
—Nada.
Adoptando un tono profesional, comencé la explicación del tema: «En el principio, no había nada sino Dios…». En ese preciso instante, de forma casi milagrosa, el alumno recordó unos deberes que le habían mandado en el colegio.
La Nada siempre fue una espada de doble filo. El pequeño saltamontes tardará en volver a cometer el mismo error.
ResponderEliminarMuy edificante tu microrrelato. Ja, ja, ja.
Un abrazo.
De la nada, compañera, hemos hecho nuestro oficio. Y ahora que lo pienso, de esa nada también nace otro oficio poco reconocido: el de escritor.
EliminarUn abrazo.
Hay que ver de cuántos recursos dispone un buen profesional de la enseñanza para meterse a los alumnos y a sus deberes en el bolsillo, jajaja...
ResponderEliminarUn abrazo.
Uf, si te contara. Este microrrelato está basado en un alumno con el que terminé la biblia y empecé El Quijote.
EliminarUn abrazo.
Jose, muy buen recurso. No hay nada más educativo y provechoso para el alumnado que mostrarles que han de afrontar el "ahora" porque en el "después" todo es susceptible de empeorar.
ResponderEliminarUn abrazo.
Bueno, en realidad es una exageración de mi peculiar estilo de enseñanza. El fin justifica los medios.
EliminarUn abrazo.