Huí de casa a una hora intempestiva, sin una miserable causa racional para hacerlo. Me mezclé con la multitud sin sospechar, al principio, el motivo que congregaba a tanta gente. El aristocrático porte de las navajas o la brutal belleza de una berenjena de Almagro no dejaban lugar a dudas. Estaba en la ciudad blanca. Entonces sucedió algo tan desagradable que me estremezco al recordarlo. Una mujer con un carrito de bebé pasó a través de mí. Yo era poco menos que aire. Me palpé para comprobar mi consistencia. Seguía siendo un joven que se casaba al día siguiente. Una monja se acercaba rápido, pero en el último instante la esquivé. No pude evitar que me atravesara un niño abrazado a un peluche gigantesco. Subí gratis a una de esas atracciones que te ponen boca abajo. Alguna ventaja tenía que tener una situación tan grotesca. Allá arriba, el rostro de mi joven compañera de asiento oscilaba entre el pánico y el placer. Se desgañitaba para tratar de frenar la caída libre. Cogí su mano durante unos segundos interminables porque, a quién quiero engañar, ni de fantasma logré que el miedo desapareciera. De nuevo en tierra firme, eché a andar con paso vacilante. Llegué a donde todos dormían, incluso yo. Me acoplé lo mejor que pude al cuerpo. La tarde de mi boda, frente al sacerdote serio, en vez de dar el «sí, quiero» dije «sí, vuelo». Ella disimuló diciendo: «Yo también vuelo».
miércoles, 7 de septiembre de 2016
AIRE
Huí de casa a una hora intempestiva, sin una miserable causa racional para hacerlo. Me mezclé con la multitud sin sospechar, al principio, el motivo que congregaba a tanta gente. El aristocrático porte de las navajas o la brutal belleza de una berenjena de Almagro no dejaban lugar a dudas. Estaba en la ciudad blanca. Entonces sucedió algo tan desagradable que me estremezco al recordarlo. Una mujer con un carrito de bebé pasó a través de mí. Yo era poco menos que aire. Me palpé para comprobar mi consistencia. Seguía siendo un joven que se casaba al día siguiente. Una monja se acercaba rápido, pero en el último instante la esquivé. No pude evitar que me atravesara un niño abrazado a un peluche gigantesco. Subí gratis a una de esas atracciones que te ponen boca abajo. Alguna ventaja tenía que tener una situación tan grotesca. Allá arriba, el rostro de mi joven compañera de asiento oscilaba entre el pánico y el placer. Se desgañitaba para tratar de frenar la caída libre. Cogí su mano durante unos segundos interminables porque, a quién quiero engañar, ni de fantasma logré que el miedo desapareciera. De nuevo en tierra firme, eché a andar con paso vacilante. Llegué a donde todos dormían, incluso yo. Me acoplé lo mejor que pude al cuerpo. La tarde de mi boda, frente al sacerdote serio, en vez de dar el «sí, quiero» dije «sí, vuelo». Ella disimuló diciendo: «Yo también vuelo».
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Una pareja compenetrada. Seguro que acaban practicando el viaje astral para ahorrarse los gastos de la luna de miel.
ResponderEliminarMe gusta el argumento esotérico, el final romántico y el escenario de "lo asombroso": la feria de Albacete (feria que recomiendo visitar aunque sea una vez en la vida).
Un abrazo.
Muy de acuerdo contigo: la feria hay que visitarla. A mí me unen a ella lazos afectivos, aunque nunca me verás subido a una atracción. Ni siquiera de fantasma.
EliminarUn abrazo.
Qué bueno! Me encanta ese tono desenfadado que le has dado, cómo si fuera lo más normal del mundo...Menuda despedida de soltero...El final es genial, bueno y el principio y el medio...
ResponderEliminarUn fantasma miedoso, qué tierno...
Y el final...ja,ja,ja...te juro que me ha entrado la risa imaginándome la situación.
Genial, no lo puedo calificar de otra manera.
Un beso
Muchas gracias, Charo. Supongo que siempre he sido un poco payaso. Lo de genial me parece excesivo. El día que me lo crea no volveré a escribir una línea. Menos mal que el concurso al que he presentado el cuento me ha dado calabazas.
EliminarUn abrazo.
¿Cuántos chupitos se tomó en la despedida de soltero?, jajaja... Buen tema para la inspiración: la Feria de Albacete. Por cierto, hace años que no voy. ¿Tú estás por allí?
ResponderEliminarUn abrazo.
Acabo de volver de un fin de semana en la feria donde apenas he parado. Creo que necesito otro fin de semana para reponerme. En cuanto al personaje, apuesto a que iba hasta las cejas de zurracapote.
EliminarUn abrazo.
Pues te ha quedado tan redondo como esa noria situada en Los Redondeles,
ResponderEliminarUn abrazo.
Muchas gracias, Alicia. Este miércoles 14 de septiembre, mi mujer y yo hacemos 14 años de bodorrio. Y quería escribirle algo. Espero que me vuelva a hablar.
EliminarUn abrazo.