El
alto dijo:
—¿Nos hacemos unas pajillas?
Aquello pilló desprevenido y bajo de
moral al chico. Nadie le había propuesto algo así en la vida, y menos su mejor
amigo.
—¿De qué hablas?
El alto señaló un bote de lubricante
que alguien, con las prisas, se había dejado abierto la semana anterior.
—Estábamos contando nuestros líos de
faldas y he pensado: a la mierda, ¿para qué esperar horas, días, semanas?
—Porque las queremos, ¿te parece
poco?
—Hemos nacido para adorarlas, para
juguetear con ellas, para ensartarlas a lo Vlad Tepes… pero yo ya estoy harto
de esperar. Tanto que se habla de la emancipación de la mujer con respecto al
hombre, ¿para cuándo lo contrario? Te contestaré sinceramente: nunca. Y te diré
por qué: no hay unidad entre nosotros.
—¿Y qué me dices de ellas? ¿No se
darán cuenta de que nos traemos algo entre manos?
—No lo notarán. Mientras cumplamos
como un reloj suizo, seremos libres de hacer lo que nos plazca en nuestros
ratos libres. Por fin nos habremos emancipado de su oscuro poder de seducción.
—No te engañes; a mí me gustan las
tías.
—En eso estamos de acuerdo, pero
ahora dejémonos de filosofía y venguemos a nuestros antepasados. Imagínate a todos los hombres que nos jalearán desde el más allá: carpe diem.
—Maricones, vocearán más bien.
—Este es un país de envidiosos.
Una hora después, el alto lo
zarandeó brutalmente. El bajo despertó de un sueño en el que era usado por una
mujer con bigote. Su congénere tenía el horror pintado en el rostro.
—No somos amigos ni maricas. ¿Puedes
explicarme qué somos? —dijo a punto de echarse a llorar.
—¿Qué te ocurre? ¿Te entró el
remordimiento?
—Me entró la duda.
Ella llegó agotada y aquella noche
se acostó enseguida, olvidando sin el mínimo pudor a aquellos amantes guardados
en el armario. Nadie los echaría de menos a la hora de dormir. Nadie soñaría
con ellos.
—¿Qué somos? —repitió como un
lamento.
—Consoladores, querido —le tranquilizó el bajo—. No te hagas pajas mentales.
Inédito de Vareando Nubes
Atlantis, 2012
Incombustiblemente creativo y original, el amigo José Antonio...
ResponderEliminarMuchas gracias por esos adjetivos inmerecidos. Celebro seguir sorprendiéndote.
EliminarUn abrazo.
Ya solo les falta saber de dónde vienen y adónde van. Reflexiones de armario ropero, ja, ja, ja.
ResponderEliminarUn abrazo.
Ponte en su lugar: no reniegan de su vibrante tarea pero pasan muchas horas esperando. Y a falta de pan...
EliminarUn abrazo.