Tres semanas de lluvia en Alicante son como tres siglos. Por eso, aquel día soleado me sentía un hombre que acaba de salir de un búnker. Más que pasear, mariposeaba aquí y allá con la vista, disfrutando de los mínimos matices de las cosas.
—¿Puedes dejarme cincuenta céntimos, maravilla de persona? —dijo un mendigo sacándome de mi ensimismamiento.Estuve a punto de inventar cualquier excusa, pero, en el último momento, recordé algo. Hurgué en mi mochila, extraje la moneda y se la di.
—¿Esto qué pollas es? —espetó el mendigo abandonando el peloteo almibarado de antes. Por un orificio practicado en la moneda pasaba el hilo torzal que yo sostenía con el índice y el pulgar de una mano.
Le invité a chatos. Mientras se atusaba la barba con algunas gotas del precioso líquido, le aconsejé que, en adelante, hablara con propiedad. Se fue haciendo eses, diciendo que era un tío grande y me dejó sin un euro en el bolsillo.
La importancia de las formas. Siempre pedagógico, querido lobo.
ResponderEliminarAdmiro la educación; detesto el peloteo. Buena lectura.
EliminarUn abrazo.
Vengo a devolverte la visita y me apunto a la "orla" En esos café compartidos siempre aprenden el que habla y el que escucha. Abrazuco
ResponderEliminarLa compañía se valora hoy más que nunca, sobre todo de quien sabe escuchar.
EliminarUn abrazo.