Durante años, se vistió de azafata del programa Un, dos, tres para satisfacer las
fantasías del marino. Las enormes y antiestéticas gafas, por supuesto, no
podían faltar. Una mañana llegó una carta. La leyó al estilo Mayra Gómez Kemp:
solo el principio. Su mujer le pedía el divorcio a través de un abogado. Entonces
se quitó la careta. Lo primero que hizo fue dejarse crecer la barba y regresar a
la isla donde conoció al náufrago.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Entradas populares
-
Mi Manderley es Guardamar y regreso en sueños a los aromas de la infancia. La casa de la calle San Pedro está llena de todas las personas qu...
-
Los Juegos Olímpicos nunca han sido el fuerte de la selección española masculina de baloncesto y, del mismo modo que Tokio 2020 sirvió para ...
-
En vez de pagarle a un psicólogo, fui a cenar con mi mejor amigo. Reímos, contamos anécdotas, tomamos un buen vino. Mi fantasma no vino a to...
Un gran micro, grande porque tiene lo necesario para cautivar y el final para sorprender. Abrazos
ResponderEliminarMuchas gracias. Como diría el niño del Sexto Sentido, en ocasiones veo micros aceptables.
EliminarUn abrazo.
Le estoy dando vuelta al microrrelato.
ResponderEliminarSaludos
Seguramente el catarro que he pasado esta semana ha dificultado el alumbramiento.
EliminarSaludos.
Sorprendentérrimo. Es de los que hay que releer y desmenuzar.
ResponderEliminarBesitosss
Me alegra que así te lo parezca. No es un microrrelato fácil. Hay que pensar un poco para disfrutarlo.
EliminarUn abrazo.