El autor escribió la palabra fin. Después de muchos
obstáculos, el hombre de rostro deforme se casaba con la mujer más fea del
mundo. Eran felices y comían perdices. Sin embargo, mientras el novelista encendía
un cigarrillo, Ana se quejaba de que nunca la contratarían en ningún empleo por
falta de presencia. Pedro, por su parte, jamás saldría a la calle por miedo a
la reacción de la gente. El sindicato de personajes no tardaría en pedirle
explicaciones, de modo que el escritor utilizó la cirugía estética en su propia
persona.
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La buena imagen y la eterna juventud es lo que priba hoy.
ResponderEliminarSaludos
Siempre han imperado, pero hoy en día son casi un dios.
EliminarSaludos.
Un final para una novela autobiográfica, las exigencias externas nos aniquilan la voluntad. ¿Me he ido del tema?. Abrazos
ResponderEliminarMejor vivir cada cual a su ritmo que ajustarse a las exigencias del guion.
EliminarUn abrazo.
Curiosa entrada, cirugía estética, y que salga bien, claro...¿Me he despistado?
ResponderEliminarAbrazos.
Las quejas de los personajes de tu novela pueden llevarte a decisiones extremas.
EliminarUn abrazo.
Estética de prejuicios. Existen ya esas intervenciones? jeje
ResponderEliminarSería una cirugía menos inútil porque nos haría más libres y tolerantes.
EliminarUn abrazo.
Los personajes siempre confían en la buena voluntad de su autor... :-))
ResponderEliminarUn abrazo y feliz semana!
Pues hay autores despiadados con sus personajes, aunque en este caso me parece que es al revés.
EliminarUn abrazo.