José Antonio López Rastoll. «El mirador». Ediciones Atlantis,
2009.
Cuando se publique esta reseña, quizá ya conozcamos a José Antonio López
Rastoll: habrá presentado «El mirador» en una librería alicantina, como lo
hiciera en otra valenciana el mes pasado.
MAR LANGA PIZARRO Esos actos forman parte del
discreto periplo emprendido por este treintañero para difundir su primer libro,
al que también dedica un blog (http://lobo74estepario.blogspot.com/) en el que
podemos catar una de sus creaciones («Una de zombis»).
«El mirador» contiene cuarenta y un cuentos cortos, cuya mayor virtud es el uso de un humor que se balancea entre el optimismo incondicional y la ironía amarga, sin rozar nunca el sarcasmo. Su escritura, pulcra y correcta, tiende a la desnudez. Esta característica le suele conferir intensidad, aunque en alguna ocasión echemos en falta la profundidad sacrificada. Como muchos escritores de narraciones breves, López Rastoll (Alicante, 1974) busca el giro inesperado en los finales, de modo que las líneas se transformen en un flash que ilumine la cotidianidad desde otra perspectiva.
Confiesa su gusto por «El perquè de tot plegat» de Monzó, los «Articuentos» de Millás, las obras de Roald Dahl, Eduardo Mendoza, Javier García Sánchez y Laura Gallego. De todos ellos hay algo en estos relatos, pero sospecho que, fundamentalmente, hay mucho de su autor. Solo sé de él lo que ofrecen su blog y la solapa de su libro (Licenciado en Filología Hispánica, profesor de academia, lector incansable…) y, sin embargo, no cuesta imaginarlo refugiado tras la literatura y el humor, disfrazando de ficción cuitas y temores, deleites y angustias, inconsciente quizá de cómo se transparenta el telón con el que creyó cubrirlos.
A pesar de su pasión declarada por el cine de terror, lo sobrenatural aparece escasamente en sus narraciones; y, cuando lo hace, es apenas una huella que nos conduce a denuncias bien tangibles. «El mirador» se acerca a temas actuales que preocupan a nuestra sociedad y, de modo fundamental, a la generación del autor: los problemas para encontrar trabajo y vivienda, el acoso escolar, la violencia contra las mujeres…
Aunque no resulta sencillo mantener el mismo nivel en más de cuarenta creaciones, hay cuentos sublimes, como «El chico difícil». Con la brevedad como máxima y el humor como recurso, «El mirador» destila ternura y amargura, solidaridad y crítica. Habrá que prestar atención a las aportaciones futuras de este escritor novel.
«El mirador» contiene cuarenta y un cuentos cortos, cuya mayor virtud es el uso de un humor que se balancea entre el optimismo incondicional y la ironía amarga, sin rozar nunca el sarcasmo. Su escritura, pulcra y correcta, tiende a la desnudez. Esta característica le suele conferir intensidad, aunque en alguna ocasión echemos en falta la profundidad sacrificada. Como muchos escritores de narraciones breves, López Rastoll (Alicante, 1974) busca el giro inesperado en los finales, de modo que las líneas se transformen en un flash que ilumine la cotidianidad desde otra perspectiva.
Confiesa su gusto por «El perquè de tot plegat» de Monzó, los «Articuentos» de Millás, las obras de Roald Dahl, Eduardo Mendoza, Javier García Sánchez y Laura Gallego. De todos ellos hay algo en estos relatos, pero sospecho que, fundamentalmente, hay mucho de su autor. Solo sé de él lo que ofrecen su blog y la solapa de su libro (Licenciado en Filología Hispánica, profesor de academia, lector incansable…) y, sin embargo, no cuesta imaginarlo refugiado tras la literatura y el humor, disfrazando de ficción cuitas y temores, deleites y angustias, inconsciente quizá de cómo se transparenta el telón con el que creyó cubrirlos.
A pesar de su pasión declarada por el cine de terror, lo sobrenatural aparece escasamente en sus narraciones; y, cuando lo hace, es apenas una huella que nos conduce a denuncias bien tangibles. «El mirador» se acerca a temas actuales que preocupan a nuestra sociedad y, de modo fundamental, a la generación del autor: los problemas para encontrar trabajo y vivienda, el acoso escolar, la violencia contra las mujeres…
Aunque no resulta sencillo mantener el mismo nivel en más de cuarenta creaciones, hay cuentos sublimes, como «El chico difícil». Con la brevedad como máxima y el humor como recurso, «El mirador» destila ternura y amargura, solidaridad y crítica. Habrá que prestar atención a las aportaciones futuras de este escritor novel.
Esta es la reseña que Mar Langa Pizarro, Doctora en Filología Hispánica, me dedica en el Suplemento Artes y Letras del diario Información (30/07/2009).