Perdonen si me pongo un poco serio,
pero es una realidad incuestionable que nadie va a quedarse aquí para contarlo.
En
esta línea se mueven los relatos que conforman La segunda vida de Christopher Marlowe, del alicantino José Payá
Beltrán, publicado por el Instituto de Cultura Juan Gil-Albert. Todos, de una
forma u otra, se ven salpicados por la muerte cuando no constituye su eje
principal. En este escenario se deshojan temas como el desamor, la usurpación
de la identidad, el instinto de supervivencia o el sentimiento de culpa. Así se
demuestra que muertes hay muchas y no necesariamente suponen algo negativo.
Pese
a lo negro de la temática, Payá logra dotar a sus cuentos de la luminosidad
necesaria para que se entiendan y al mismo tiempo sean literarios. Es el caso
de «Las gafas de sol», que narra en el marco de una discusión de pareja la
angustia espiritual de un hombre ante la posibilidad de una pérdida.
Decía
Hemingway que todo cuento encierra otro cuento debajo. Es como si la historia
invisible fuera tanto o más importante que la visible. Payá nos presenta en «La
noche sinuosa» a un chico acorralado por un toque de queda, pero no explica
quiénes son los febriles conductores que lo acechan ni sus motivos, aumentando la
zozobra en el lector. Del mismo modo, en «El hombre visible» no desvela el
crimen que cometió el protagonista para merecer la muerte.
Leyendo
el relato que da título al presente volumen me he acordado del día que conocí a
Pepe Payá. Fue en la Feria del Libro de Alicante. Me acerqué y le pedí
un autógrafo. Hizo la clásica pregunta: ¿cómo te has enterado? Leí un artículo
en el Información, dije. Entonces, sin venir a cuento, me propuso un
intercambio de papeles. Él sería el genio en la sombra y yo el crítico literario.
Aseguró que nos haríamos de oro.
En
el último instante me surgieron dudas y rechacé la oferta. No me apetecía
despertar una mañana con un cañón apoyado en la sien «antes de que esparcieran
mis sueños por el suelo». Por cierto, no podía faltar una historia de fantasmas
en un libro que cuando acaba sigue rondándote la cabeza. Lectura para paladear
al borde del precipicio.