Las Hogueras de San Juan (Fogueres
de Sant Joan) son las fiestas oficiales de mi tierra y se celebran del 19 al 24
de junio. Esto lo sabe cualquier alicantino. Si una máquina de criogenización
me despertara en el futuro, daría una vuelta para comprobar el estado de salud
de este festejo querido y odiado a partes iguales.
Pedalearía
a mis anchas por carriles bici debidamente señalizados mientras llego a la
única barraca de la ciudad: un auténtico rincón popular situado en el Estadio
Rico Pérez. En el centro del campo, una inmensa pira con restos de madera y
papel aguardaría las llamas. Habría gente de todas las edades, razas,
condiciones y creencias.
El
Ayuntamiento de 2099, consciente de que tu libertad acaba donde empieza la mía,
suprimiría los ruidos innecesarios. Por ejemplo, las famosas despertadas
(despertàs) a las ocho de la mañana. El sufrido ciudadano las describe sin
mucho cariño: cuatro gatos que lanzan cohetes porque aún no se han acostado y
una banda que desafina.
De
acuerdo con las políticas de igualdad emprendidas por partidos como Podemos, me
enorgullecería asistir a la proclamación del Bellezón del Fuego (Belleo del
Foc) o de la Belleza del Fuego Transexual. Quizá no sea muy ortodoxo ni
tradicional, pero lograría que el resto del mundo nos mirase con respeto por
algo más que nuestra playa y nuestro castillo.
Los avances en materia de igualdad,
ruido y asociación seguramente tardarán muchos años. Solo espero que, igual que
el Muro de Berlín, un día caigan todas las alambradas.